(Artículo originalmente publicado en Todosadentro, sábado 5 de noviembre de 2005)
Un lector me escribió el otro día para -entre insulto e insulto- poner en duda que hubiese venezolanos ligando contra los Medias Blancas, por estar convencidos de que Oswaldo Guillén es chavista.
Bueno, no tengo manera de demostrar lo que escuché porque no ando por ahí con un grabador ni me hago acompañar de un notario público. Pero que me crea quien quiera: los oí no una sino varias veces y mientras más se acercaba Chicago a su enorme hazaña, más bravos se ponían esos seres a los que entonces llamé –y seguiré llamado- batequebraos.
Después de que, contra todo pronóstico, Guillén se convirtiera en el primer manager latinoamericano en ganar un título de ligas mayores, el asunto de si él es amigo o no del proceso, se hizo público hasta el punto que un periódico dedicó grandes esfuerzos epistemológicos para demostrar que no, que va, Ozzie no es chavista, ¿quién dijo?
Al ser obligado a hablar del tema, el propio Guillén relató cómo recibió mensajes de quienes se declaraban decepcionados por sus supuestas preferencias políticas. O sea, que los batequebraos que yo he tenido que calarme este octubre, no deben ser los únicos que llegaron al extremo de desear el fracaso de nuestro compatriota.
Algunos opositores que inicialmente estaban con los Medias Blancas, se molestaron con Guillén porque aceptó las felicitaciones y conversó con el jefe del Estado en Aló Presidente. Y es que para la gente que sufre de globovisiones, aceptar una cortesía del comandante o ser mencionado por él bajo cualquier circunstancia, es suficiente para que a cualquiera –aunque sea un ídolo- lo claven en la cruz de los medios.
Enfermos de su rabia antichavista, los batequebraos dijeron que “¡pobrecito Guillén, ahora sí se empavó!”. Y comenzaron a hacer peso para que se cumpliera su pronóstico.
Los vi sorprendidos con la barrida en tres juegos contra los campeones de 2004, los Medias Rojas de Boston. Los observé cariacontecidos cuando los loquitos de Guillén ganaron en cinco partidos a los Angelinos de Ahaheim. Y los vi contrariados, al borde del autoenvenenamiento por mordedura de lengua, con el arrase en la llamada Serie Mundial frente a los Astros de Houston.
Por eso mi celebración es doble y hoy quiero felicitar al compatriota Oswaldo y decirle que yo, particularmente, lo respaldaría incluso si se declarase escuálido, cosa que dudo mucho porque, como dice Francisco Umbral, “el deporte es siempre metáfora de otra cosa”.
Un lector me escribió el otro día para -entre insulto e insulto- poner en duda que hubiese venezolanos ligando contra los Medias Blancas, por estar convencidos de que Oswaldo Guillén es chavista.
Bueno, no tengo manera de demostrar lo que escuché porque no ando por ahí con un grabador ni me hago acompañar de un notario público. Pero que me crea quien quiera: los oí no una sino varias veces y mientras más se acercaba Chicago a su enorme hazaña, más bravos se ponían esos seres a los que entonces llamé –y seguiré llamado- batequebraos.
Después de que, contra todo pronóstico, Guillén se convirtiera en el primer manager latinoamericano en ganar un título de ligas mayores, el asunto de si él es amigo o no del proceso, se hizo público hasta el punto que un periódico dedicó grandes esfuerzos epistemológicos para demostrar que no, que va, Ozzie no es chavista, ¿quién dijo?
Al ser obligado a hablar del tema, el propio Guillén relató cómo recibió mensajes de quienes se declaraban decepcionados por sus supuestas preferencias políticas. O sea, que los batequebraos que yo he tenido que calarme este octubre, no deben ser los únicos que llegaron al extremo de desear el fracaso de nuestro compatriota.
Algunos opositores que inicialmente estaban con los Medias Blancas, se molestaron con Guillén porque aceptó las felicitaciones y conversó con el jefe del Estado en Aló Presidente. Y es que para la gente que sufre de globovisiones, aceptar una cortesía del comandante o ser mencionado por él bajo cualquier circunstancia, es suficiente para que a cualquiera –aunque sea un ídolo- lo claven en la cruz de los medios.
Enfermos de su rabia antichavista, los batequebraos dijeron que “¡pobrecito Guillén, ahora sí se empavó!”. Y comenzaron a hacer peso para que se cumpliera su pronóstico.
Los vi sorprendidos con la barrida en tres juegos contra los campeones de 2004, los Medias Rojas de Boston. Los observé cariacontecidos cuando los loquitos de Guillén ganaron en cinco partidos a los Angelinos de Ahaheim. Y los vi contrariados, al borde del autoenvenenamiento por mordedura de lengua, con el arrase en la llamada Serie Mundial frente a los Astros de Houston.
Por eso mi celebración es doble y hoy quiero felicitar al compatriota Oswaldo y decirle que yo, particularmente, lo respaldaría incluso si se declarase escuálido, cosa que dudo mucho porque, como dice Francisco Umbral, “el deporte es siempre metáfora de otra cosa”.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com
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