(Artículo publicado originalmente en Todosadentro del sábado 19 de noviembre de 2005)
A un año del asesinato del fiscal Danilo Anderson, lo más triste de todo es que lo siguen matando. Lo de este hombre es una muerte continua y sin fin, una fórmula de tortura perfecta mediante la cual te eliminan físicamente y, no contentos con ello, se niegan a permitir que tu alma descanse en paz.
Un personaje de Saramago en Memorial del convento dice que “no toda muerte es igual, lo que es igual es estar muerto”. El caso de Anderson comprueba la primera premisa, pues su muerte fue horrible; morboso sería recapitular los detalles. De poder escoger, seguramente pocos elegirían morir así. Pero, en cierto modo, el caso niega la segunda parte porque Danilo no está igual que los demás muertos. Es un cadáver que continúa muriendo con cada zarpazo de la infamia.
Con el aniversario del horrendo atentado ha coincidido –es un decir, no creo que sea coincidencia- el comienzo formal del juicio de los asesinos y el escándalo por las imputaciones contra los presuntos autores intelectuales. Para mantener el patrón, tales acciones han sido combustible para mover el trapiche que, desde mucho antes de la muerte del fiscal, viene moliendo su reputación, su dignidad, su integridad.
Una maquinaria enorme, compuesta por varios de los acusados, sus abogados y operadores en el campo de la opinión pública; sectores opositores fanatizados y, sobre todo, dueños de medios de comunicación y periodistas, han consagrado sus esfuerzos a reasesinar a Anderson, a destruir de tal modo su memoria que el crimen no solamente quede impune, sino que, adicionalmente, sus autores materiales e intelectuales sean reivindicados como protagonistas de un acto justo.
Para tan macabra empresa han logrado sumar las voluntades hasta de algunos miembros de la familia Anderson, llevando así al paroxismo la insólita agonía postmortem de este hombre que, literalmente, se evaporó del mundo hace un año.
Y es obvio que lo peor está por venir. El juicio, tanto en su vertiente judicial como en la mediática, promete ser un paredón donde intentarán fusilar a Danilo día tras día, matarlo una y otra y otra vez, sin asomo de misericordia.
Por fortuna, ante cada movimiento de esa infernal maquinaria de remuerte ha surgido una respuesta de vida, la posición digna y enérgica de quienes claman por el merecido castigo a estos asesinos continuos que se niegan a dejar que el alma de Anderson descanse; estos que lo mataron hace un año y lo han seguido matando hasta el sol de hoy.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com
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