miércoles, 29 de octubre de 2008

A 36.0000 kilómetros


Cuando se cumplía exitosamente el lanzamiento de nuestro satélite Simón Bolívar se desprendió un chaparrón en el centro de la ciudad de Caracas y alguien opinó que éste era un castigo de Dios, y que lo peor viene después, por estar mandando esos aparatos para el cielo.

Opiniones como esta demuestran la gran necesidad de profundizar las diferentes Misiones Educativas, pues no es justo que cuando se hace tan extraordinario despliegue tecnológico existan venezolanos que se expresen de esta manera. Si bien es cierto que el uso irracional de descubrimientos y avances científicos han incidido en el deterioro del medio ambiente, tampoco es menos cierto que su uso racional también ha incidido en el bienestar de una gran parte de la humanidad al erradicarse muchas enfermedades, al incrementar la productividad en el campo y en la ciudad, incrementar la velocidad de las comunicaciones, facilitar el aprendizaje y las tareas hogareñas etc., etc.


Con el giro que está dando la economía mundial se hace muy necesario la consolidación de diferentes polos políticos y nuestro país está destinado a ser factor determinante en la consolidación del polo latinoamericano y no podemos ser protagonistas si estamos a 36.000 kilómetros, o más, de la luz que nos da el conocimiento.


En síntesis debemos erradicar el analfabetismo real, el digital y el funcional, siendo este último el más peligroso ya que pone un velo sobre la gente y hoy sucede, por ejemplo, que muchos egresados universitarios se han olvidado de los libros o son víctimas fáciles de la manipulación de los medios.


Noel Martello
snoels@gmail.com

lunes, 20 de octubre de 2008

El orgullo capitalista del moto-magnate

Me impresiona la forma como la publicidad capitalista usa (en la peor acepción del verbo usar) a los pobres. Es tan elemental, tan primaria, tan burda, tan ramplona, pero, al mismo tiempo -cabe suponer- muy efectiva. Si no lo fuera, los empresarios, tacaños por naturaleza, no gastarían sus reales en eso. Título

En los últimos días ha aparecido un aviso en el que un señor hace una defensa cerrada de la propiedad privada, a la que llega a calificar de “un orgullo”. Al estilo de Reina Lucero, el señor advierte que si alguien quisiera despojarlo de lo suyo, él lo defendería.


¿Y quién es el señor, tal vez un capitán de empresa como Lorenzo Mendoza o un filósofo del neoliberalismo como Emeterio Gómez? No, qué va, es Jesús Díaz, un desconocido de rasgos afrodescendientes, quien argumenta que para tener lo que tiene ha debido patear mucha calle.


Cualquiera preguntará: ¿qué tipo de bienes poseerá este buen hombre? Se podría suponer que será accionista de un conglomerado de empresas, propietario de varios apartamentos en la Media Luna caraqueña (Chacao, Baruta, El Hatillo) y tripulante de una camioneta 4x4. Pero no, el defensor del capitalismo es un mototaxista, flamante dueño, pues, de su medio de producción.


La cuña de televisión es un poco más explícita y muestra otras posesiones del caballero: una casita en el cerro con una cocina donde su señora le hace las arepas.


La pieza publicitaria me hizo recordar a un amigo marxista ya fallecido, quien decía acerca de uno de sus cuñados: “Lo único que le falta para ser millonario son los reales”.


Mi amigo explicaba así las limitaciones del aserto de Marx “el ser social determina la conciencia social”. Él afirmaba que esa regla funciona muy bien en un sentido, pero no en el otro. Es decir, que resulta muy difícil que un rico sea de izquierda pero es muy frecuente que los pobres sean de derecha.


Por supuesto, es muy posible que el señor Díaz sea un personaje ficticio, un actor seleccionado en el casting de una agencia de publicidad. Pero no cabe duda de que representa a personas reales. Todos conocemos a gente así: el dominado que aplaude al sistema que lo oprime. Mire pa’ los lados y convénzase.


Lo más cínico del asunto es que el patrocinante de la campaña del moto-magnate es el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), aparato ideológico de Consecomercio, el ala más recalcitrante del empresariado venezolano, la derecha de la derecha, un ente firmante del decreto carmoníaco de abril de 2002.


Es realmente difícil imaginar en qué se parecen los intereses de esta asociación de importadores y mercachifles apátridas con un mototaxista. La campaña establece el enlace mediante su lema “Por un país de propietarios”.


El meollo del argumento es claro: como todos somos dueños de algo (unos, de una isla en el mar Egeo, excelente para vacacionar; otros, de un saco de cebollas, excelente para llevarlo terciado al lomo, lleno de latas), es posible forjar el consenso en torno a lo buena que es la propiedad privada. Genial.


La derecha recurre a este ardid publicitario porque le ha dado resultados. La cuña de la carnicería en la campaña por la reforma constitucional fue la clave de la derrota del proyecto y por eso tratan de repetir la receta. Es elemental, es primario, es burdo, es ramplón. Pero cómo hace daño.


Crédito

José Pilar Torres

miércoles, 15 de octubre de 2008

Televisión chatarra


Pocas son las veces que puedo sentarme a ver la televisión, y caigo en cuenta en qué baja estima tienen a sus seguidores.

Digo esto porque la mayoría de programación "independiente" se basa en la descomposición familiar, social; no creo que los compatriotas colombianos sean lujuriosos, mal hablados, narcotraficantes, drogadictos y en muchas ocasiones idiotas, o los puertorriqueños violentos pandilleros, con poca capacidad de léxico; no, los latinos somos progresistas, emprendedores, llenos de valores.

La televisión se empeña en hacer a la mujer eternamente joven, sin el valor de la madurez, o la dulzura y la responsabilidad cumplida de la vejez; en cambio nos presenta ambiciosas, objetos sexuales, productos sexuales utilizables para lograr los más bajos deseos o proyectos, donde o somos las incultas, gafas o la arpía prostituta. La familia es un estorbo, la promiscuidad, la cizaña, la maldad y la envidia es el norte de esa unión. ¿Por qué se maltrata de tal manera a quienes fielmente se sientan esperando que la televisión ayude al sano entretenimiento, en unión familiar, permitiendo la conversación, la discusión inteligente, que refuerce lazos, que sea arma de ayuda educadora, que nos permita salir de tanta violencia?

¿Habrá alguno de los tantos organismos creados, asociación de veedores de televisión, comités, Lopna, Conatel, que puedan echar una manita para que la televisión sirva de entretenimiento saludable, de musa inspiradora de bellas obras?; ¿o tendrá que bajar Dios a apagar todos los televisores?

MARÍA ROSSI mariargoi@gmail.com

domingo, 12 de octubre de 2008

EEUU rompió el corruptómetro

Una ONG especializada en medir la “percepción de corrupción”, ha dicho recientemente que Venezuela es uno de los dos peores países del hemisferio en las estadísticas acerca de ese aspecto.

Curiosamente, en esa misma lista Estados Unidos sale muy bien parado. Entonces, uno se pregunta si la cataclísmica crisis económica de la nación imperial no le hizo “percibir” algo podrido a esta ONG. Insólito.

Porque -vamos a estar claros en algo- el derrumbe generalizado de la banca, las aseguradoras y las empresas inmobiliarias de EEUU no es un acontecimiento fortuito, es un caso patético y vergonzoso de corrupción, no importa cómo lo quieran pintar CNN y sus equivalentes nacionales.

Es absurdo pensar que un colapso semejante haya podido ocurrir sin que se juntaran la ramplona deshonestidad de las directivas de todas las empresas siniestradas y la improbidad y complicidad manifiestas del gobierno que debió supervisarlas.

Lo saben todos aquellos que han estudiado el fenómeno aunque sea por encimita; con más razón debe saberlo una ONG con corruptómetro: el robo de los dineros públicos requiere del concurso de funcionarios del Estado y de ciudadanos pertenecientes a eso que llaman “el sector privado”.

La ONG que se dedica a “percibir” síntomas de corrupción no se dio cuenta de las señales de descomposición que se observaban a simple vista en el país supuestamente ejemplar, donde todo funciona según principios éticos. Al parecer estaba distraída registrando cómo los vigilantes de tránsito “bajan de la mula” a los infractores en el centro de Caracas.

La misma organización que detecta las miserias de la corrupción de los funcionarios públicos latinoamericanos, no fue capaz de entender que en Estados Unidos se estaba cocinando el guiso más descomunal de la historia del capitalismo. O, mejor dicho, sí lo fue, pero ya sabemos que quien contrata la orquesta decide cuál música suena.

El aparataje mediático se hace igualmente de la vista gorda con este aspecto medular del problema y presenta la crisis como si fuera un juego de fútbol americano, una cuestión de pizarras electrónicas que titilan, ejecutivos que se acometen brutalmente para comprar y vender acciones en la frenética jornada de Wall Street y héroes novatos que aprovechan la oportunidad para ascender y convertirse en estrellas.

Si las ONG anticorrupción y los medios alcahuetes se ponen los guantes de seda para tocar el tema en su vertiente económica privada, peor es su conducta en el plano político. Descaradamente ocultan la complicidad necesaria del sistema bipartidista estadounidense en este desfalco monstruoso contra los ciudadanos no sólo de EEUU sino del mundo entero. En lugar de criticar a esta macolla putrefacta, nos ofrecen las imágenes de los candidatos presidenciales olvidando sus diferencias para impulsar juntos, como hermanos, el tal plan de “salvataje”. Ahora, cuéntame una de cowboys.

¿Se imagina usted la actitud de esta gente si el desastre de la banca, los seguros y las inmobiliarias hubiese ocurrido en Venezuela? No hace falta ser un Nostradamus para profetizar que el corruptómetro de la ONG habría hecho un escándalo de alcance mundial y que los expertos de los medios estarían pidiendo el enjuiciamiento internacional de ustedes saben quien.

José Pilar Torres