Tomás Moro (1478-1553). Este inglés es uno de los hombres cimeros en la historia del pensamiento. Lilly lo calificó como “la más alta perfección imaginable entre los hombres del Renacimiento”. Escribió la primera y más trascendente obra del utopismo socialista hasta el siglo XVIII: Utopía. Y es él, justamente, quien acuña dicha palabra, que significa “en ninguna parte”.
El mundo imaginado por él y la crítica a la sociedad inglesa son presentados a través del marinero y erudito portugués Rafael Hithloday, quien, de su viaje a “la República Utópica” o “Isla de los Utópicos”, nos cuenta y describe ciudades, oficios, relaciones sociales, magistrados, religiones, guerras, y, en términos generales, las características de esa República. Pero en este artículo deseamos destacar lo relativo a la propiedad, asunto central en la obra de Moro y tema muy en boga en la Venezuela de nuestros días.
Leamos al insigne humanista británico: “…..estimo que dondequiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el dinero, será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia el permitir que lo mejor vaya a parar a manos de los peores, y que se vive felizmente allí donde todo se halla repartido entre unos pocos que, mientras los demás perecen de miseria, disfrutan de la mayor prosperidad”.
De ahí resulta indispensable la superación de la propiedad privada. Veamos: “por eso estoy absolutamente persuadido de que, si no se suprime la propiedad, no es posible distribuir las cosas con criterio equitativo ni proceder acertadamente en las cosas humanas”. Obsérvese como en el ex canciller de Inglaterra existe una concepción antropológica y global de los efectos negativos y desintegradotes de la apropiación privada sobre la estructura de la sociedad. No se trata de una cuestión económica. Se trata, asimismo, de la total condición humana.
Como es lógico, la sociedad ideal de Utopía tiene en la inexistencia de la propiedad privada y el predominio de la propiedad colectiva una de sus características esenciales. En Utopía dice el autor, “todo es común”. Allí están “niveladas las riquezas”, la salud pública se basa en “la igualdad de los bienes”. En otra parte el autor reafirma: “entre los utópicos, por el contrario, siendo todo común, nadie teme carecer de nada, con tal que estén repletos los graneros públicos, de donde se distribuye lo necesario con equidad. Por eso no conocen pobres ni mendigos y sus habitantes son ricos aunque nadan posean”.
Ligado a esos planteamientos, calificó de zánganos a los nobles, sobre los cuales dijo: “no sólo viven del trabajo de los demás, sino que los esquilman como colonos de sus fincas y los desuellan hasta carne viva para aumentar sus rentas”. En manos de esos nobles se encuentra la producción de lana, en la que las ovejas “se comen a los hombres y arrasan las casas, los campos y las aldeas”. Quizá por esto recomendó limitar la extensión de tierra poseída: anuncio teórico de la gruesa cuantía de reformas agrarias producidas en los siglos siguientes; fijar un límite de seis horas para la jornada de trabajo: transcurrieron los siglos para que se cumplieran las grandes batallas de Chicago por la jornada de ocho horas; fijar un límite a la fortuna de cada persona: cuántos esfuerzos de lustros y lustros para que se tipificara en las leyes la mezquina limitación de la llamada función social de la propiedad.
Aunque Utopía constituye un diálogo sobre la base de fantástico viaje a misteriosa isla, no puede dudarse de que tiene la trascendencia de ser la primogénita del socialismo utópico; de que, no obstante su utopismo, integra un conjunto de críticas y recomendaciones a la sociedad de su tiempo, muchas de ellas extensibles al mundo contemporáneo, cuyas masas explotadas pugnan, en el siglo XXI, por un mundo real con no pocas cosas de Utopía.
El mundo imaginado por él y la crítica a la sociedad inglesa son presentados a través del marinero y erudito portugués Rafael Hithloday, quien, de su viaje a “la República Utópica” o “Isla de los Utópicos”, nos cuenta y describe ciudades, oficios, relaciones sociales, magistrados, religiones, guerras, y, en términos generales, las características de esa República. Pero en este artículo deseamos destacar lo relativo a la propiedad, asunto central en la obra de Moro y tema muy en boga en la Venezuela de nuestros días.
Leamos al insigne humanista británico: “…..estimo que dondequiera que exista la propiedad privada y se mida todo por el dinero, será difícil lograr que el Estado obre justa y acertadamente, a no ser que pienses que es obrar con justicia el permitir que lo mejor vaya a parar a manos de los peores, y que se vive felizmente allí donde todo se halla repartido entre unos pocos que, mientras los demás perecen de miseria, disfrutan de la mayor prosperidad”.
De ahí resulta indispensable la superación de la propiedad privada. Veamos: “por eso estoy absolutamente persuadido de que, si no se suprime la propiedad, no es posible distribuir las cosas con criterio equitativo ni proceder acertadamente en las cosas humanas”. Obsérvese como en el ex canciller de Inglaterra existe una concepción antropológica y global de los efectos negativos y desintegradotes de la apropiación privada sobre la estructura de la sociedad. No se trata de una cuestión económica. Se trata, asimismo, de la total condición humana.
Como es lógico, la sociedad ideal de Utopía tiene en la inexistencia de la propiedad privada y el predominio de la propiedad colectiva una de sus características esenciales. En Utopía dice el autor, “todo es común”. Allí están “niveladas las riquezas”, la salud pública se basa en “la igualdad de los bienes”. En otra parte el autor reafirma: “entre los utópicos, por el contrario, siendo todo común, nadie teme carecer de nada, con tal que estén repletos los graneros públicos, de donde se distribuye lo necesario con equidad. Por eso no conocen pobres ni mendigos y sus habitantes son ricos aunque nadan posean”.
Ligado a esos planteamientos, calificó de zánganos a los nobles, sobre los cuales dijo: “no sólo viven del trabajo de los demás, sino que los esquilman como colonos de sus fincas y los desuellan hasta carne viva para aumentar sus rentas”. En manos de esos nobles se encuentra la producción de lana, en la que las ovejas “se comen a los hombres y arrasan las casas, los campos y las aldeas”. Quizá por esto recomendó limitar la extensión de tierra poseída: anuncio teórico de la gruesa cuantía de reformas agrarias producidas en los siglos siguientes; fijar un límite de seis horas para la jornada de trabajo: transcurrieron los siglos para que se cumplieran las grandes batallas de Chicago por la jornada de ocho horas; fijar un límite a la fortuna de cada persona: cuántos esfuerzos de lustros y lustros para que se tipificara en las leyes la mezquina limitación de la llamada función social de la propiedad.
Aunque Utopía constituye un diálogo sobre la base de fantástico viaje a misteriosa isla, no puede dudarse de que tiene la trascendencia de ser la primogénita del socialismo utópico; de que, no obstante su utopismo, integra un conjunto de críticas y recomendaciones a la sociedad de su tiempo, muchas de ellas extensibles al mundo contemporáneo, cuyas masas explotadas pugnan, en el siglo XXI, por un mundo real con no pocas cosas de Utopía.
Ramón Losada Aldana Cantarrana1700@cantv.net
1 comentario:
muy bien resumido el pensamiento de Tomas Moro acerca de la propiedad privada. Ya he leido el libro, y si integra todas las ideas del autor original
Felicidades
HAsta luego
Maximo Jaramillo
majm34@hotmail.com
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