martes, 4 de abril de 2006

Los “enanos”

Alguien debería disculparse con las personas de baja estatura por haber utilizado el apelativo con el que se les conoce popularmente, para referirse a la existencia de una supuesta “banda” judicial, presuntamente integrada por altos miembros del Ejecutivo. Definitivamente, cada vez con mayor y lastimosa frecuencia, el insulto acompaña los argumentos cuando de dirimir diferencias se trata. Las pruebas, las actas, los documentos que evidencien la culpabilidad o la inocencia, son sustituidos por el verbo procaz e injurioso.

Ciertamente, existen muchas personas diminutas conviviendo entre nosotros. Pero esos no se caracterizan por el tamaño de su cuerpo, sino por la estrechez de su pensamiento.

Son los cortos de entendimiento, los empecinados, los que tienen el cerebro convertido en una sola y obsesiva idea, incapaces de mirar hacia los lados y menos aún de admitir la necesidad de un mínimo de objetividad a la hora de analizar la realidad del país.

Quien tiene la desdicha de no alcanzar el promedio de estatura corporal posee de todas formas la posibilidad de crecer intelectual y espiritualmente.

Esa debería ser una compensación, porque las limitaciones del cuerpo pueden ser equilibradas por el desarrollo del pensamiento y de los sentimientos.

Pero los enanos mentales están condenados porque ellos están encerrados en un cuerpo normal, pero con un cerebro chiquito que no les da para más. Pobrecitos.

Esa enorme frustración es la que los debe conducir a vociferar con histeria cuando una desgracia natural nos acontece (como sucede en todas partes del mundo) o cuando un desafortunado hecho, ocurrido en muy oscuras circunstancias, termina con la vida de una persona (como también pasa en cualquier lado). Los que sufren de enanismo cerebral encuentran en la desgracia su oportunidad.

Son plañideras de oficio, pero a diferencia de éstas que no hacen daño a nadie, a los otros los mueven intereses malévolos. Son peligrosísimos.

Al contrario del enanismo físico, el mental pareciera que se contagia. No está comprobado aún, pero existen unas cuantas evidencias. Por si acaso, prevenga:
apague el televisor.
Mariadela Linares mlinar2004@yahoo.es

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