ENRIQUE RUBIO / EFE
WASHINGTON
El uso creciente de microcircuitos de identificación implantados en el cuerpo humano, que sirven tanto para el control de empleados como para acceder a la historia médica de sus portadores, ha levantado la polémica en Estados Unidos.
Varias asociaciones de derechos civiles han protestado contra lo que consideran un nuevo paso en la invasión de la intimidad de los trabajadores, mientras que sus fabricantes insisten en que es una tecnología de avanzada y de usos múltiples.
La empresa de vídeo-vigilancia Citywatcher.com, de Cincinnati (Ohio), es la primera que ha empezado a utilizar los chips para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía.
Su presidente, Sean Darks, explicó a EFE cómo dos de sus empleados, que se presentaron como voluntarios, y él mismo, se han implantado un chip de silicona, que tiene el tamaño de un grano de arroz, se coloca dentro de la piel y funciona como una tarjeta de acceso a las áreas protegidas.
''La implantación de los chips ha sido y seguirá siendo completamente voluntaria, así que no daña en absoluto el área privada de nuestra vida. Para nosotros es una medida de seguridad muy eficaz'', se defendió Darks.
Estos microcircuitos son obra de la empresa VeriChip, filial de Applied Digital Solutions, de Palm Beach (Florida), que en octubre del 2004 recibió el consentimiento por parte de la Dirección de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para comercializar el producto.
John Procter, portavoz de VeriChip, explicó que la compañía trabaja fundamentalmente sobre dos aplicaciones de esta tecnología: para identificación, como en el caso de Citywatcher.com, y para su utilización en hospitales.
''Es un aparato muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, como pueden ser los enfermos de Alzheimer. Mediante un escáner se puede acceder a su historial médico'', dijo Procter.
La cápsula, que se inserta bajo la piel del brazo o la mano con una jeringa, contiene un número de 16 dígitos que permite el acceso al historial médico del portador.
Este chip, según sus promotores, facilitará a hospitales, médicos y pacientes mejorar la asistencia y evitar errores, con información precisa sobre cada paciente y su condición sanitaria.
Además de estos usos, Procter recordó que la Secretaría de Justicia mexicana ya utiliza este tipo de tecnología para identificar a sus empleados.
El chip tiene también otros usos menos altruistas y, por ejemplo, una discoteca en Barcelona (España) utiliza estas cápsulas con sus clientes VIP. Le sirve para identificarlos en la entrada y para que puedan pagar sus consumos mediante una cuenta especial.
La empresa calcula que aproximadamente 200 personas en todo el mundo llevan ya estos ingenios implantados en su cuerpo.
Pero esta tecnología futurista, más propia de la literatura del escritor George Orwell, tiene también cada vez más detractores.
Entre ellos está ''Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social'', un grupo ubicado en Palo Alto (California), que protesta por lo que considera ``una pésima iniciativa''.
Lisa Smith, miembro de este grupo, aseguró a EFE que ``la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad''.
''Existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea'', dijo Smith.
Esta activista hizo también una reflexión sobre los caminos opuestos hacia los que se dirige la tecnología: ``Por un lado, las innovaciones permiten una vulneración cada vez mayor de la intimidad, pero por el otro, dotan a los ciudadanos de más herramientas para poder defenderla''.
Tanto VeriChip como Citywatcher.com se aferran al carácter voluntario de los implantes para rechazar cualquier acusación.
Procter asegura que aporta ''más discreción y más seguridad a las compañías'', mientras que Darks argumenta que jamás pediría a sus empleados algo que él mismo no estuviese dispuesto a hacer.
WASHINGTON
El uso creciente de microcircuitos de identificación implantados en el cuerpo humano, que sirven tanto para el control de empleados como para acceder a la historia médica de sus portadores, ha levantado la polémica en Estados Unidos.
Varias asociaciones de derechos civiles han protestado contra lo que consideran un nuevo paso en la invasión de la intimidad de los trabajadores, mientras que sus fabricantes insisten en que es una tecnología de avanzada y de usos múltiples.
La empresa de vídeo-vigilancia Citywatcher.com, de Cincinnati (Ohio), es la primera que ha empezado a utilizar los chips para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía.
Su presidente, Sean Darks, explicó a EFE cómo dos de sus empleados, que se presentaron como voluntarios, y él mismo, se han implantado un chip de silicona, que tiene el tamaño de un grano de arroz, se coloca dentro de la piel y funciona como una tarjeta de acceso a las áreas protegidas.
''La implantación de los chips ha sido y seguirá siendo completamente voluntaria, así que no daña en absoluto el área privada de nuestra vida. Para nosotros es una medida de seguridad muy eficaz'', se defendió Darks.
Estos microcircuitos son obra de la empresa VeriChip, filial de Applied Digital Solutions, de Palm Beach (Florida), que en octubre del 2004 recibió el consentimiento por parte de la Dirección de Alimentos y Fármacos de Estados Unidos (FDA) para comercializar el producto.
John Procter, portavoz de VeriChip, explicó que la compañía trabaja fundamentalmente sobre dos aplicaciones de esta tecnología: para identificación, como en el caso de Citywatcher.com, y para su utilización en hospitales.
''Es un aparato muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, como pueden ser los enfermos de Alzheimer. Mediante un escáner se puede acceder a su historial médico'', dijo Procter.
La cápsula, que se inserta bajo la piel del brazo o la mano con una jeringa, contiene un número de 16 dígitos que permite el acceso al historial médico del portador.
Este chip, según sus promotores, facilitará a hospitales, médicos y pacientes mejorar la asistencia y evitar errores, con información precisa sobre cada paciente y su condición sanitaria.
Además de estos usos, Procter recordó que la Secretaría de Justicia mexicana ya utiliza este tipo de tecnología para identificar a sus empleados.
El chip tiene también otros usos menos altruistas y, por ejemplo, una discoteca en Barcelona (España) utiliza estas cápsulas con sus clientes VIP. Le sirve para identificarlos en la entrada y para que puedan pagar sus consumos mediante una cuenta especial.
La empresa calcula que aproximadamente 200 personas en todo el mundo llevan ya estos ingenios implantados en su cuerpo.
Pero esta tecnología futurista, más propia de la literatura del escritor George Orwell, tiene también cada vez más detractores.
Entre ellos está ''Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social'', un grupo ubicado en Palo Alto (California), que protesta por lo que considera ``una pésima iniciativa''.
Lisa Smith, miembro de este grupo, aseguró a EFE que ``la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad''.
''Existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea'', dijo Smith.
Esta activista hizo también una reflexión sobre los caminos opuestos hacia los que se dirige la tecnología: ``Por un lado, las innovaciones permiten una vulneración cada vez mayor de la intimidad, pero por el otro, dotan a los ciudadanos de más herramientas para poder defenderla''.
Tanto VeriChip como Citywatcher.com se aferran al carácter voluntario de los implantes para rechazar cualquier acusación.
Procter asegura que aporta ''más discreción y más seguridad a las compañías'', mientras que Darks argumenta que jamás pediría a sus empleados algo que él mismo no estuviese dispuesto a hacer.
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