Los bolivarianos van a echar de menos a Jorge Rodríguez, qué duda cabe. Lo sorprendente, lo paradójico, es que los opositores lo van a extrañar aún más.
Para los chavistas, Rodríguez era una garantía de independencia del Poder Electoral, un tipazo con un par de agallas que no se doblegaba ante las matrices mediáticas, ni ante las declaraciones rimbombantes de los organismos internacionales, ni mucho menos frente a las pataletas de los derrotados. Inolvidable para la masa revolucionaria fue aquella frase: “Señor Pollo, hay que saber perder”. Por todas esas cosas, les hará falta.
Pero el problema grave será para los antichavistas, pues para este sector nacional el psiquiatra y escritor es poco menos que vital, una excusa andante, un subterfugio, una manera de mantener el mito de que alguna vez le ganaron una elección a Chávez.
Ido Jorge Rodríguez, tendrán que buscarse otro a quien estigmatizar, demonizar, culpabilizar. Ya han comenzado a buscar el nuevo paga lío, pero la tarea no parece fácil porque en el nuevo Consejo Nacional Electoral ninguno parece tener el perfil del presidente saliente del organismo. Los rectores recién electos tienen la rara virtud de ser poco conocidos. Por eso no será tan sencillo rayarlos como lo era despellejar a Rodríguez.
Desprovistos así de su argumento principal, los voceros opositores lucen desorientados, o, mejor dicho, más desorientados de lo habitual. Sus primeras críticas a la directiva seleccionada por la Asamblea Nacional resultaron, amén de prejuiciosas y mezquinas, muy flojas, insustanciales y anodinas.
Su estrategia es clara: tratarán de provocar a los rectores para llevarlos al plano en el que estuvieron tanto Rodríguez como Oscar Battaglini y Francisco Carrasquero. Es urgente para ellos que Tibisay Lucena, la nueva presidenta y la única que estuvo en el anterior directorio, caiga en polémica con algunos de sus matones mediáticos. De esa manera podrían volver a hacer lo que tanto les gusta: hacerse las víctimas. Van a ponerle toda clase de trampas, a ver qué consiguen. Saben que sólo así podrán, más adelante, salir corriendo de la cancha electoral y decir que no competirán porque no “están dadas las condiciones”.
Por fortuna, Lucena ya los conoce y tiene el tipo de personalidad capaz de resistir las presiones de esos opositores que, en el fondo, sólo desean botar tierrita y no jugar más. Lo dicho, pronto van a extrañar a Jorge. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
Para los chavistas, Rodríguez era una garantía de independencia del Poder Electoral, un tipazo con un par de agallas que no se doblegaba ante las matrices mediáticas, ni ante las declaraciones rimbombantes de los organismos internacionales, ni mucho menos frente a las pataletas de los derrotados. Inolvidable para la masa revolucionaria fue aquella frase: “Señor Pollo, hay que saber perder”. Por todas esas cosas, les hará falta.
Pero el problema grave será para los antichavistas, pues para este sector nacional el psiquiatra y escritor es poco menos que vital, una excusa andante, un subterfugio, una manera de mantener el mito de que alguna vez le ganaron una elección a Chávez.
Ido Jorge Rodríguez, tendrán que buscarse otro a quien estigmatizar, demonizar, culpabilizar. Ya han comenzado a buscar el nuevo paga lío, pero la tarea no parece fácil porque en el nuevo Consejo Nacional Electoral ninguno parece tener el perfil del presidente saliente del organismo. Los rectores recién electos tienen la rara virtud de ser poco conocidos. Por eso no será tan sencillo rayarlos como lo era despellejar a Rodríguez.
Desprovistos así de su argumento principal, los voceros opositores lucen desorientados, o, mejor dicho, más desorientados de lo habitual. Sus primeras críticas a la directiva seleccionada por la Asamblea Nacional resultaron, amén de prejuiciosas y mezquinas, muy flojas, insustanciales y anodinas.
Su estrategia es clara: tratarán de provocar a los rectores para llevarlos al plano en el que estuvieron tanto Rodríguez como Oscar Battaglini y Francisco Carrasquero. Es urgente para ellos que Tibisay Lucena, la nueva presidenta y la única que estuvo en el anterior directorio, caiga en polémica con algunos de sus matones mediáticos. De esa manera podrían volver a hacer lo que tanto les gusta: hacerse las víctimas. Van a ponerle toda clase de trampas, a ver qué consiguen. Saben que sólo así podrán, más adelante, salir corriendo de la cancha electoral y decir que no competirán porque no “están dadas las condiciones”.
Por fortuna, Lucena ya los conoce y tiene el tipo de personalidad capaz de resistir las presiones de esos opositores que, en el fondo, sólo desean botar tierrita y no jugar más. Lo dicho, pronto van a extrañar a Jorge. Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde.
José Pilar Torres
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