(Artículo publicado originalmente en Todosadentro, sábado 13 de mayo de 2006)
Se ha quejado la señora periodista María Isabel Párraga de que ha comenzado a padecer insomnio por culpa del “réeeeeegimen”.
Me gusta la originalidad de esta periodista que, por cierto, comparte el set del –por fortuna- inimitable Leopoldo Castillo, a quien el chavismo canalla suele vituperar con el malandroso apodo de “El Matacura”.
Destaco la originalidad de la comunicadora social porque a estas alturas del partido se ha hecho una tarea harto difícil encontrar algo nuevo de qué acusar al “autócrata”. Y usted, mijita, lo ha logrado, ¡enhorabuena, albricias y eureka!
El insomnio es cosa desesperante que puede llevar a la gente a la locura simple, de modo que no me burlaré de su malestar. Disculpe usted el abuso, pero ya que planteó su problema a los cuatro vientos, yo me siento facultado a comentar el caso, no con los criterios clínicos de un experto, pues no lo soy, sino con el saber popular que casi siempre vale más.
Yo que usted, María Isabel, no buscaría las razones de ese mal dormir en las variables macroeconómicas ni en la superestructura política del país, siendo que puede tener causas tan inmediatas. Lo más probable es que su caso, señora Párraga, sea en realidad de seguridad industrial. En el mundo laboral hay muchos ejemplos de otros trabajadores que día a día tienen que manipular desechos tóxicos y sufren igualmente de trastornos del sueño y una variedad de calamidades psicosomáticas.
Es fácil notar que la dama trabaja al lado de semejante fuente de contaminación espiritual y moral sin pertrecharse con la debida protección básica. Si cuidara de su salud, aparecería en pantalla con una escafandra de astronauta o, al menos, con una mascarilla y unos guantes.
Comenté el asunto en mi tertulia de café vespertino y me encontré con que el desorden del sueño no es, ni por asomo, la más grave de las dolencias que se le atribuyen al “rrrrrrrrégimen”. Por el contrario, la lista es larga y abarca culebrillas contumaces, halitosis perniciosas, calvicies femeninas y extrañas epidemias de caspa. Incluso, se comentó acerca de señoras –espero no sea el caso de la licenciada Párraga-, cuyos maridos se han declarado en estricta abstinencia “hasta que caiga el tirano”.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com
No hay comentarios.:
Publicar un comentario