(Artículo publicado originalmente en Todosadentro del 20-05-06)
Armando Durán, ex ministro de gobiernos de Acción Democrática y analista de postín de los medios privados, resumió la tragedia de la oposición: lanzar una candidatura no tiene sentido y abstenerse tampoco.
Durán fue el entrevistado del –por fortuna- inimitable Leopoldo Castillo el pasado domingo, cuando las mamás celebraban su día. Y, fíjese usted, puso a los adictos a ese programa a sufrir como madres.
El analista comenzó a deprimir a los fans del apodado Matacura cuando dijo que en la gira por Europa quedó claro que el liderazgo del presidente Chávez no es un pseudo-acontecimiento inventado por una maquinaria publicitaria y sustentado en petrodólares, sino la consecuencia de un discurso coherente que llega a los pobres en cualquier lugar del mundo.
Curiosamente, el señor Castillo asentía de manera repetida. Asintió incluso cuando Durán dijo que Chávez ha sido subestimado tanto dentro como fuera de Venezuela. “Creyeron que era un personaje folklórico, no le hicieron caso, lo dejaron correr, y ahora no saben qué hacer con él”, ametrallaba frases el analista. Y Castillo movía la cabeza como un tuqueque.
Por razones de higiene mental no suelo ver ese programa, pero ese día me quedé enganchado. Fue una escena de antología. Lo único que les faltó para merecer un premio a la franqueza es que Durán dijera –y el otro asintiera- que los analistas y las figuras ancla de los medios también subestimaron al Presidente y algunos continúan haciéndolo tercamente.
Comenzaron a llegar los mensajes telefónicos de S.O.S. El público evidenciaba síntomas de disonancia cognoscitiva, o sea, que no le estaban diciendo -como hacen siempre- las cosas que quieren oír, sino otras. ¡Ay, mi madre!
Luego pasaron a hablar de la cuestión interna. Fue entonces cuando Durán dijo que la oposición perderá igual si va a las elecciones o si no lo hace. El señor Castillo seguía como un tuqueque. A pesar de su conocida mordacidad, no le hizo la pregunta que seguramente atormentaba a la audiencia: “Entonces, ¿qué carrizo hacemos, nos arrojamos a los rieles del Metro?”.
Ese fue el regalo que Globovisión le dio a sus usuarios ese día: ponerlos a sufrir como madres angustiadas. Cabe suponer que las de Durán y Castillo habrán sido, aquella noche, más mentadas que de costumbre.
Durán fue el entrevistado del –por fortuna- inimitable Leopoldo Castillo el pasado domingo, cuando las mamás celebraban su día. Y, fíjese usted, puso a los adictos a ese programa a sufrir como madres.
El analista comenzó a deprimir a los fans del apodado Matacura cuando dijo que en la gira por Europa quedó claro que el liderazgo del presidente Chávez no es un pseudo-acontecimiento inventado por una maquinaria publicitaria y sustentado en petrodólares, sino la consecuencia de un discurso coherente que llega a los pobres en cualquier lugar del mundo.
Curiosamente, el señor Castillo asentía de manera repetida. Asintió incluso cuando Durán dijo que Chávez ha sido subestimado tanto dentro como fuera de Venezuela. “Creyeron que era un personaje folklórico, no le hicieron caso, lo dejaron correr, y ahora no saben qué hacer con él”, ametrallaba frases el analista. Y Castillo movía la cabeza como un tuqueque.
Por razones de higiene mental no suelo ver ese programa, pero ese día me quedé enganchado. Fue una escena de antología. Lo único que les faltó para merecer un premio a la franqueza es que Durán dijera –y el otro asintiera- que los analistas y las figuras ancla de los medios también subestimaron al Presidente y algunos continúan haciéndolo tercamente.
Comenzaron a llegar los mensajes telefónicos de S.O.S. El público evidenciaba síntomas de disonancia cognoscitiva, o sea, que no le estaban diciendo -como hacen siempre- las cosas que quieren oír, sino otras. ¡Ay, mi madre!
Luego pasaron a hablar de la cuestión interna. Fue entonces cuando Durán dijo que la oposición perderá igual si va a las elecciones o si no lo hace. El señor Castillo seguía como un tuqueque. A pesar de su conocida mordacidad, no le hizo la pregunta que seguramente atormentaba a la audiencia: “Entonces, ¿qué carrizo hacemos, nos arrojamos a los rieles del Metro?”.
Ese fue el regalo que Globovisión le dio a sus usuarios ese día: ponerlos a sufrir como madres angustiadas. Cabe suponer que las de Durán y Castillo habrán sido, aquella noche, más mentadas que de costumbre.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com