La persona histórica de Jesús de Nazaret emplea un discurso y una praxis que entra en contradicción con el sistema establecido. El discurso implica la reivindicación de los excluidos y promete una época de justicia venidera, pero esa promesa se anticipa con acciones liberadoras como curaciones, gestos y palabras de perdón, y milagros relacionados a la provisión de alimentos.
Ciertamente que las palabras de reivindicación de los excluidos, como mujeres, niños y enfermos, eran asumidas por el sistema opresor (alianza religiosa-política) como una provocación. El sistema anti-feminista (patriarcal) permitía la explotación de los niños, no se hacía responsable de los enfermos (empleaba la idea que la enfermedad era producto del pecado) ni de los más débiles.
Era una sociedad profundamente religiosa pero totalmente alejada de Dios. Mientras que la palabra y las acciones de Jesús de Nazaret molestaban y provocaban la intriga de las élites del poder civil y religioso, en las multitudes desfavorecidas producían ánimo, alegría y esperanza.
En contraste con los mandatos y leyes impuestas por los maestros de la ley para dominar al pueblo, las palabras de Jesús traían alivio. Las Bienaventuranzas representan parte del proyecto de gobierno de Jesús de Nazaret; su contenido reivindica por medio de la bendición (por ejemplo, “bienaventurados los pobres”) a los destinatarios del mensaje, y promete una transformación de su situación de injusticia (“porque de ellos será el Reino de los cielos”). Esto constituye una verdadera protesta ante el discurso religioso conservador de la época y aún de nuestros tiempos, cuando se predica a la gente que la pobreza en la que vive es producto de su propio pecado o es designio de Dios. Y, se pretende justificar la riqueza de unos pocos como el resultado de la voluntad de Dios, o como un privilegio divino, en vez de exponerlo como un crimen de falta de solidaridad.
Ciertamente que las palabras de reivindicación de los excluidos, como mujeres, niños y enfermos, eran asumidas por el sistema opresor (alianza religiosa-política) como una provocación. El sistema anti-feminista (patriarcal) permitía la explotación de los niños, no se hacía responsable de los enfermos (empleaba la idea que la enfermedad era producto del pecado) ni de los más débiles.
Era una sociedad profundamente religiosa pero totalmente alejada de Dios. Mientras que la palabra y las acciones de Jesús de Nazaret molestaban y provocaban la intriga de las élites del poder civil y religioso, en las multitudes desfavorecidas producían ánimo, alegría y esperanza.
En contraste con los mandatos y leyes impuestas por los maestros de la ley para dominar al pueblo, las palabras de Jesús traían alivio. Las Bienaventuranzas representan parte del proyecto de gobierno de Jesús de Nazaret; su contenido reivindica por medio de la bendición (por ejemplo, “bienaventurados los pobres”) a los destinatarios del mensaje, y promete una transformación de su situación de injusticia (“porque de ellos será el Reino de los cielos”). Esto constituye una verdadera protesta ante el discurso religioso conservador de la época y aún de nuestros tiempos, cuando se predica a la gente que la pobreza en la que vive es producto de su propio pecado o es designio de Dios. Y, se pretende justificar la riqueza de unos pocos como el resultado de la voluntad de Dios, o como un privilegio divino, en vez de exponerlo como un crimen de falta de solidaridad.
Martín Zapata