Y entre la gran variedad de lacras que allí pululan, Rafael Poleo es el azote.
Hasta los otros delincuentes de esta barriada de alta peligrosidad le tienen auténtico terror. Algunos editores, que se ufanan de enfrentarse día a día con el “rrrégimen”, sufren ataques de culicardia aguda cuando este hombre da señales de querer dedicarles algunas de sus mordidas tóxicas. No es para menos, ellos saben de lo que es capaz.
Cualquier habitante del barrio La Prensa está consciente de esto. De allí que resulte asombroso que el ministro Andrés Izarra se haya sorprendido tanto por las barbaridades que un personaje tal vomitó en la televisión.
Si fuera la primera vez que lanza semejantes invectivas, hubiese sido comprensible la indignación del funcionario. Pero la experiencia de Poleo en ese tipo de operaciones psicológicas mediáticas -con sello de la CIA- se remonta a tiempos en que el ministro aún tomaba tetero. O tal vez antes.
En verdad, da cierto frío en la baja espalda el pensar que nos enfrentamos al azote del barrio con una actitud de señorita ofendida.
Para responder al vómito de Poleo, al ministro Izarra no se le ocurrió mejor cosa que ir a quejarse al programa de Vanessa Davies, llegando al extremo surrealista de clamar ante CONATEL para que haga algo.
“Alguien debería recordarle a este muchacho que él es el ministro”, comentaban, en programas de radio, ciertos chavistas irredentos.
“Forme un comité de usuarios, amigo Izarra, y vaya a presentar su queja contra los deplorables moderadores de Globovisión y sus maléficos entrevistados. Esa es la vía de la Ley Resorte”, dijo, en tono sarcástico, uno de esos oyentes participativos.
Lo triste de estos episodios es que muchos revolucionarios terminan reivindicando los usos y abusos de la IV República o los del imperio.
Por ejemplo, en el Vagón de la Dignidad del metro de Caracas, un caballero de la tercera edad afirmaba que si Poleo hubiese dicho algo ligeramente parecido acerca de Betancourt, aún estuviesen haciendo pruebas de ADN para tratar de encontrar su calavera en alguna fosa común.
Otro de los viajeros de los puestos azules dijo que, sin ir muy lejos en el tiempo, el doctor Caldera en su segundo gobierno mandó a meter preso a un astrólogo por predecir su muerte, aunque no lo hizo en un programa de TV sino en una reunión privada. Calcule usted qué le hubiese pasado al azote.
Un tercero rememoró que, en tiempos en que ambos eran machos alfa, Poleo tuvo la audacia de disputarle una amante a Carlos Andrés Pérez y éste lo amenazó con mandarlo a secuestrar, violar y dejar en pelota en la avenida Urdaneta, a plena luz del día. Poleo, según el comentarista espontáneo, hizo apresuradamente una maleta y huyó del país.
Otro participantes de la tertulia subterránea opinó que si alguien en Estados Unidos pronostica que Bush terminará muerto y colgado de las patas, ni bien acabe de decirlo, llegará un equipo SWAT a llevárselo preso a punta de culatazos, acusado de terrorismo.
La moraleja de los señores es que ante semejante malandro viejo, lo mejor que puede hacer el mozo Izarra es guardarse temprano en su casa. Coja consejo, muchacho, mire que este barrio es muy peligroso.
José Pilar Torres
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