lunes, 30 de marzo de 2009

Revolución Socialista y Trabajadores

Uno de los retos que tiene este proceso revolucionario es la organización política del sector obrero. Realmente ha sido complejo lograr en estos diez años, una verdadero movimiento de la clase trabajadora.
Un auténtico movimiento revolucionario obrero debe tomar en cuenta los siguientes aspectos:
En primer lugar, la conciencia de clase. Este proceso está llamado a hacerle ver a los trabajadores de este país, su aporte en la economía; sobretodo cuando el sistema opresor ha vendido la falsa idea, que el capital es la fuente de la riqueza. Es urgente que los trabajadores tengan la claridad sobre lo que ellos generan a la suma de bienes materiales de las empresas, y que capital sin mano de obra no es nada. Para profundizar la conciencia de clase, tenemos que desmontar y tener cuidado con todo tipo de clasificación o de tabulación que aún cuando esté legalizada, va siempre a agudizar las divisiones dentro de la clase obrera o trabajadora y no buscará capacitar técnicamente al personal.
La conciencia de clase, crea entre otras cosas, la unidad, y éste es el segundo aspecto. Si el gobierno revolucionario incentiva con eficacia la capacitación de los trabajadores, por un lado se alcanza la nivelación técnica que a su vez hace posible relaciones de “igualdad profesional”, o por lo menos se reducen las brechas institucionalizadas por el famoso tabulador. La unidad de los obreros es clave para combatir a las mafias de sindicaleros y de tecnócratas.
Como tercer y último aspecto, es primordial, la colectivización de los medios de producción y la transformación de los modos de producción. La capacitación tecno-productiva y formación ideológica para la organización política es uno de los pilares para éste último aspecto. Todo esto representa más trabajo y requiere más ética; pero repercute concretamente en orden a la igualdad y al ideal utópico de una sociedad más humana y más justa, propuesta por el socialismo.

Martín Zapata

martes, 3 de marzo de 2009

Lucha de clases y conciencia de clase

Al hablar de ricos y oligarcas, no se está haciendo mención o referencia a aquellos que tienen un apartamento de 3 habitaciones en una urbanización (El Paraíso, Montalbán, La Urbina, av. Victoria, etc.), o que posea 1 ó 2 vehículos, ni tampoco al que construyó su vivienda sobre el techo de platabanda del negocio que ha levantado con pulso y que esté ubicado en cualquier populosa avenida (San Martín, Sucre, Andrés Bello, etc.).
Un rico u oligarca, no es un profesional jubilado del sector público, que después de 25 a 30 años de servicio, haya comprado con las prestaciones sociales una casita de playa en Higuerote, ni tampoco aquel que viva del alquiler de una propiedad.
Un rico no está pensando en lo costoso que sale la consulta, o la terapia o la intervención quirúrgica en una clínica privada.
En estos tiempos se toca mucho el tema de la división, se dice que estamos divididos, que antes no era así, etc. Por su puesto que si una persona que no sea rica, se cree oligarca, es obvio que tenga la falsa idea que los pobres les van a quitar sus pertenencias.
Pero la división, siempre ha existido, es la lucha de clases. El problema se da cuando nos creemos algo que no somos y pensamos que los verdaderos ricos quieren a los pobres y desean el bienestar común.
Todos aquellos que dependemos de un salario (quince y último, semanal, mensual, etc.), cesta-ticket, bonificaciones y viáticos o que trabajan por cuenta propia, con títulos académicos o sin ellos, con carro propio o en esos trámites, quienes tengan que hacer colas en el banco, en el consultorio, en el supermercado, en la oficina de pagos del teléfono o de la luz y en cualquier otro lugar, no es rico ni oligarca.
Somos asalariados porque el sistema capitalista le ha puesto un precio a nuestra fuerza de trabajo, a lo que sabemos hacer y hemos aprendido. No traicionemos a los que están en desventaja ni pensemos que la oligarquía nos va a aceptar sabiendo nuestra procedencia.

Martín Zapata