lunes, 20 de octubre de 2008

El orgullo capitalista del moto-magnate

Me impresiona la forma como la publicidad capitalista usa (en la peor acepción del verbo usar) a los pobres. Es tan elemental, tan primaria, tan burda, tan ramplona, pero, al mismo tiempo -cabe suponer- muy efectiva. Si no lo fuera, los empresarios, tacaños por naturaleza, no gastarían sus reales en eso. Título

En los últimos días ha aparecido un aviso en el que un señor hace una defensa cerrada de la propiedad privada, a la que llega a calificar de “un orgullo”. Al estilo de Reina Lucero, el señor advierte que si alguien quisiera despojarlo de lo suyo, él lo defendería.


¿Y quién es el señor, tal vez un capitán de empresa como Lorenzo Mendoza o un filósofo del neoliberalismo como Emeterio Gómez? No, qué va, es Jesús Díaz, un desconocido de rasgos afrodescendientes, quien argumenta que para tener lo que tiene ha debido patear mucha calle.


Cualquiera preguntará: ¿qué tipo de bienes poseerá este buen hombre? Se podría suponer que será accionista de un conglomerado de empresas, propietario de varios apartamentos en la Media Luna caraqueña (Chacao, Baruta, El Hatillo) y tripulante de una camioneta 4x4. Pero no, el defensor del capitalismo es un mototaxista, flamante dueño, pues, de su medio de producción.


La cuña de televisión es un poco más explícita y muestra otras posesiones del caballero: una casita en el cerro con una cocina donde su señora le hace las arepas.


La pieza publicitaria me hizo recordar a un amigo marxista ya fallecido, quien decía acerca de uno de sus cuñados: “Lo único que le falta para ser millonario son los reales”.


Mi amigo explicaba así las limitaciones del aserto de Marx “el ser social determina la conciencia social”. Él afirmaba que esa regla funciona muy bien en un sentido, pero no en el otro. Es decir, que resulta muy difícil que un rico sea de izquierda pero es muy frecuente que los pobres sean de derecha.


Por supuesto, es muy posible que el señor Díaz sea un personaje ficticio, un actor seleccionado en el casting de una agencia de publicidad. Pero no cabe duda de que representa a personas reales. Todos conocemos a gente así: el dominado que aplaude al sistema que lo oprime. Mire pa’ los lados y convénzase.


Lo más cínico del asunto es que el patrocinante de la campaña del moto-magnate es el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice), aparato ideológico de Consecomercio, el ala más recalcitrante del empresariado venezolano, la derecha de la derecha, un ente firmante del decreto carmoníaco de abril de 2002.


Es realmente difícil imaginar en qué se parecen los intereses de esta asociación de importadores y mercachifles apátridas con un mototaxista. La campaña establece el enlace mediante su lema “Por un país de propietarios”.


El meollo del argumento es claro: como todos somos dueños de algo (unos, de una isla en el mar Egeo, excelente para vacacionar; otros, de un saco de cebollas, excelente para llevarlo terciado al lomo, lleno de latas), es posible forjar el consenso en torno a lo buena que es la propiedad privada. Genial.


La derecha recurre a este ardid publicitario porque le ha dado resultados. La cuña de la carnicería en la campaña por la reforma constitucional fue la clave de la derrota del proyecto y por eso tratan de repetir la receta. Es elemental, es primario, es burdo, es ramplón. Pero cómo hace daño.


Crédito

José Pilar Torres

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