martes, 19 de septiembre de 2006

Desmemorias rosalistas

(Artículo originalmente publicado en Todosadentro, sábado 16-09-06)

El señor Rosales cree que puede ir a Catia sin que le pase nada porque confía en la desmemoria.

En ese sentido es un fiel representante de la clase política y de los sectores sociales y mediáticos que impulsan su candidatura. O sea, escogieron bien, señores.

Según la noción que esa gente tiene, el pueblo nunca se acuerda de nada. Tú puedes golpearlos, machacarlos, humillarlos, despojarles de lo más preciado y, al cabo de un tiempo volver con tu cara bien lavada a pedirles que voten por tí. Basta con tener una buena estrategia publicitaria y de marketing político para que te adoren.

Es más, para los rosalistas (hay que llamarlos de algún modo) la desmemoria popular es un derecho que ellos tienen. Por eso es que cuando alguien les echa en cara lo que hicieron o dejaron de hacer hace unos pocos años, le dicen resentido social, promotor del odio y ese tipo de cosas.

La actuación más prominente que ha tenido el señor Rosales en el escenario nacional ha sido, hasta ahora, su aparición en la autojuramentación de Pedro Carmona Estanga, cohonestando un golpe de Estado. A pesar de lo breve que fue ese gobierno de facto, las barriadas de Caracas pudieron vivir en carne propia su peculiar enfoque acerca de la libertad política y los derechos humanos.

Eso ocurrió hace apenas cuatro años y unos meses, por lo que el sentido común le recomendaría a cualquier individuo que haya sido aliado del régimen carmoníaco, tener mucha prudencia a la hora de acercarse por un barrio de la capital. Pero, claro, ellos confían más en la desmemoria que en el sentido común.

En buena medida, quienes creen en la desmemoria lo hacen porque también creen en la capacidad de los medios de dibujar o borrar verdades y forjar realidades paralelas. Piensan que si decimos muchas veces que el candidato no firmó el decreto de tierra arrasada de Carmona o si hablamos lo menos posible del punto, la mayoría terminará por olvidarlo. Y Rosales podrá presentarse en Los Magallanes como un gran demócrata.

Pero poco a poco se está demostrando que la desmemoria es otro de los tantos mitos creados alrededor del concepto de pueblo. O tal vez sea la prueba de que las cosas están comenzando a cambiar en la mentalidad colectiva.

Desde luego es condenable la violencia y, aunque sea tragando grueso hay que dejar que los dirigentes marcados por su pasado antipopular, hagan campaña en los territorios apaches. Pero es necesario hacerles saber –sin botellas ni piedras, con la palabra- que aquí ya nadie está enfermo de desmemoria.

José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com