lunes, 17 de octubre de 2005

CRITICONERÍA SOCIAL

Estaban destrozando a Castro Soteldo de una manera tan feroz que pensé, en un principio, que se trataba de un almuerzo de escuálidos. Si embargo, noté que no usaban términos como “el rrrrrégimen” o “el autócrata”, ni hicieron referencia a los pobrecitos "presos políticos". ¡Qué raro!, me dije. El misterio quedó resuelto cuando uno de ellos dijo la palabra mágica: “contraloría social”. Eran, pues, chavistas en son de crítica al proceso.
Perdí un poco el hilo de la conversación que se desarrollaba en mi propia mesa para aguzar el oído hacia el diálogo de los vecinos. Hablaban de la Feria Internacional de Turismo de Caracas (Fitcar2005) y había dos cuestionamientos básicos. Los de línea dura afirmaban que aquello fue un acto procapitalista, sifrino, una hoguera de vanidades en la que se le dio tribuna mundial a conocidos enemigos de la revolución, en fin, algo difícilmente compatible con el proyecto socialista en marcha; el otro bando volaba a una altura mucho menor: se quejaba de que hubo demasiada cola.
Esa tarde, mientras intentaba vadear la legendaria hora del burro, reflexioné acerca del elástico concepto de la contraloría social, que sirve tanto para proponer un profundo debate ideológico, como para fregar la paciencia.
Hay contralores sociales para todos los gustos, tantos que tal vez será necesario ponerle contralores a los contralores para evitar que incurran en excesos.
Desde luego, nadie que realmente quiera cuidar la revolución puede oponerse a que ciudadanos empoderados supervisen los gastos de los funcionarios públicos o detecten cambios injustificables en su nivel de vida. Ningún partidario honesto del proceso puede negar la importancia de que los colectivos organizados verifiquen la ejecución de obras y cuiden de las misiones.
Pero da la impresión de que la contraloría social deriva a menudo en una criticonería fácil e injusta; en un suicida afán de sabotear la gestión de gente que está trabajando duro y de corazón.
Picoteo lecturas aquí y allá y tengo la impresión de que el resentimiento de algunos ex funcionarios, se transforma maliciosamente en “contraloría” de sus sucesores. Y sospecho que la contraloría es usada también como mecanismo para derrocar a gente cuyo puesto ambiciona el tal contralor.
Es hora entonces de autocontrolarse, porque cuando la contraloría social no pasa de mera criticonería, ya no es contraloría sino “contra”, a secas.
José Pilar Torres
(Publicado originalmente en Todosadentro, sábado 15-10-05)

No hay comentarios.: