(Tomado de Todosadentro del sábado 23 de julio de 2005)
Tienen suerte lo monseñores de que Fidel Castro sea ateo y que, por tanto, en Cuba no haya muchos sacerdotes. Si los hubiese, de seguro el presidente Chávez ya habría concebido la idea de importarlos para meter al Cristo revolucionario bien adentro en el barrio, ¡válgame Dios!
La escasez de mano de obra divina antillana es lo que explica que los jerarcas de la Conferencia Episcopal no hayan tenido –todavía- que salir a la calle, como sí tuvieron que hacerlo los capos de la Federación Médica, para protestar contra una supuesta invasión cubana que los está dejando sin trabajo y, lo que es peor, sin el aprecio del colectivo. ¡Vade retro!
En verdad os digo que si Venezuela contara con la ayuda de una legión de hombres de fe similar a la de los médicos y odontólogos que han venido a meter mano en nuestros cerros y zanjones, estos obispos ya estarían al borde de un ataque de nervios, como está el tal doctor Natera. Y de un momento a otro presenciaríamos, junto a la marcha de las batas blancas, otra de las sotanas negras.
Si el gobierno consiguiera en Cuba o en cualquier otra parte, un ejército de pastores que atendieran las órdenes del Jesús C. y no las de George W., en poco tiempo la porción de la feligresía católica que aún está engañada por los ropajes de esos monseñores que suelen oficiar sus misas en Globovisión, comenzaría a exigirles cuentas. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
El gobierno ha tenido éxito creando estructuras paralelas en todos aquellos sectores que estaban en manos del golpismo o de una burocracia enquistada y corrupta. Barrio Adentro, por ejemplo, ha probado que sí era posible tener una red de atención médica, al margen de los chantajes de un gremialismo gangsteril y adeco.
Por suerte para los grandes capos de la Iglesia, el gobierno no se ha propuesto aún montar un barrio adentro espiritual, aunque en muchas comunidades los curas de a pie han venido cumpliendo, sin aspavientos, esa función maravillosa de curar el alma de la gente en su propia vecindad. El día que esa misión religiosa esté en plena marcha, los monseñores van a quedar en las mismas condiciones que esos médicos que quieren ganar un buen sueldo pero sin ensuciarse las suelas de los zapatos en lugares tierrúos. Palabra de Dios que esto ocurrirá más pronto que tarde. Te alabamos, señor.
Tienen suerte lo monseñores de que Fidel Castro sea ateo y que, por tanto, en Cuba no haya muchos sacerdotes. Si los hubiese, de seguro el presidente Chávez ya habría concebido la idea de importarlos para meter al Cristo revolucionario bien adentro en el barrio, ¡válgame Dios!
La escasez de mano de obra divina antillana es lo que explica que los jerarcas de la Conferencia Episcopal no hayan tenido –todavía- que salir a la calle, como sí tuvieron que hacerlo los capos de la Federación Médica, para protestar contra una supuesta invasión cubana que los está dejando sin trabajo y, lo que es peor, sin el aprecio del colectivo. ¡Vade retro!
En verdad os digo que si Venezuela contara con la ayuda de una legión de hombres de fe similar a la de los médicos y odontólogos que han venido a meter mano en nuestros cerros y zanjones, estos obispos ya estarían al borde de un ataque de nervios, como está el tal doctor Natera. Y de un momento a otro presenciaríamos, junto a la marcha de las batas blancas, otra de las sotanas negras.
Si el gobierno consiguiera en Cuba o en cualquier otra parte, un ejército de pastores que atendieran las órdenes del Jesús C. y no las de George W., en poco tiempo la porción de la feligresía católica que aún está engañada por los ropajes de esos monseñores que suelen oficiar sus misas en Globovisión, comenzaría a exigirles cuentas. A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César.
El gobierno ha tenido éxito creando estructuras paralelas en todos aquellos sectores que estaban en manos del golpismo o de una burocracia enquistada y corrupta. Barrio Adentro, por ejemplo, ha probado que sí era posible tener una red de atención médica, al margen de los chantajes de un gremialismo gangsteril y adeco.
Por suerte para los grandes capos de la Iglesia, el gobierno no se ha propuesto aún montar un barrio adentro espiritual, aunque en muchas comunidades los curas de a pie han venido cumpliendo, sin aspavientos, esa función maravillosa de curar el alma de la gente en su propia vecindad. El día que esa misión religiosa esté en plena marcha, los monseñores van a quedar en las mismas condiciones que esos médicos que quieren ganar un buen sueldo pero sin ensuciarse las suelas de los zapatos en lugares tierrúos. Palabra de Dios que esto ocurrirá más pronto que tarde. Te alabamos, señor.
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