martes, 20 de septiembre de 2005

QUEREMOS PAGAR CARO

(Tomado de Todosadentro, sábado 17 de septiembre de 2005)
Un grupo de padres y representantes, de la sociedad civil por supuesto, se está organizando para exigir que les permitan a los dueños de las escuelas aumentar las matrículas y mensualidades, sin restricciones ni controles. Reivindican su libertad de pagar sin que ningún régimen metiche pretenda regular los precios de la educación de sus herederos.
Llamé a mi asesor de imagen y le pedí algunos consejos para hacerme pasar por papá copetudo e infiltrarme en aquel movimiento. Me intrigaba saber si eran una pandilla de sifrinos botarates que querían ejercer el derecho al despilfarro o si se trataba de una sociedad esotérica de individuos irreverentes frente al dios dinero.
Nunca logré que me tuvieran confianza (yo soy como el que les conté: lo ordinario se me nota aunque vista de Scutaro), pero pude comprobar que, contrario a lo que cabría esperar, la mayoría de los señores que participan de esta peculiar lucha son de esos capaces de discutir con un vendedor de baratijas en la autopista por un vuelto de 20 bolívares, o sea, no es que les guste que les cobren caro. Si en este caso claman porque los propietarios de los colegios los desplumen es única y exclusivamente porque en su afán de llevarle la contraria al presidente Chávez, son capaces de cualquier cosa.
También descubrí que algunos de ellos quieren que sus colegios sean costosos porque temen una invasión de "monos". No, no es un argumento de ciencia ficción, sino un ejemplo de la segregación racial y social que caracteriza a buena parte de nuestra clase media. Una señorona vestida de gimnasio le dijo a un caballero de tres celulares: “¿Te imaginas? Si nuestro colegio se pone barato, los monos sacarán a sus hijos de las escuelas bolivarianas y vendrán aquí a pedir cupo”.
Y en un cóctel como este no podían faltar los representantes de la religión-opio, dueños de colegios que en el nombre de Dios te quieren sacar los ojos; capitalistas salvajes con sotana o hábito, que te cobran hasta por el aire que respiran los niños y luego se dan golpes de pecho.
La última vez que vi a los padres y representantes que luchan por una educación sólo para ricos, estaban incluso pensando en una huelga. “Si no nos cobran caro, no mandamos a nuestros hijos a clase, nos declaramos en desobediencia legítima”, sugirió una dama. Algunos aplaudieron como posesos. Y cuando una señora pidió la palabra para preguntar en qué afectaría tan original protesta “al régimen”, la acusaron de chavista. Yo, por si las moscas, también dejé el pelero.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com

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