¿Por dónde saldrá el sol?
La noche puede ser larga, larga sin fin aparente. La noche, para los
indígenas, está en trance de durar cinco siglos y medio, con el
mayor genocidio que la historia humana haya conocido, y la cuasi
desaparición de las naciones indígenas… ¡Gracias, Evo Morales,
por ser portador exitoso de una esperanza que, hasta comienzo de
nuestro siglo, no lograba ser camino!
Nosotros, venezolanos, herederos contemporáneos de una
civilización poco dada a hacer concesiones, planteamos de
nuevo la pregunta indígena: ¿por dónde saldrá el sol?
No por opción nuestra, sino por retribución venidera del Norte,
somos herederos de una ansiedad como probablemente no se haya
conocido ninguna en nuestra historia de dos siglos. ¿Cómo y cuándo
saldrá el sol?
En el año 1936, los españoles se precipitaron en una guerra que
les iba a dividir durante tres largos años; dejó una hecatombe de
un millón de hermanos.
La cicatriz de esta inmensa carnicería sigue, imborrable, en la
historia de España. La guerra civil que los norteamericanos crearon
de gratis en Yugoslavia, en la década de los años ’90, destruyó
esta patria gloriosa y dejó cinco países enanos en vez de una sola
fraternidad.
La guerra loca de Ruanda, año 1994, fue la más económica: en
tres meses, de una población de 9 millones de hermanos salió un
cementerio de un millón de muertos, a machete o palo limpio. EE. UU.
logró dividir también a su conveniencia a Corea, Sudán, Yemen,
Libia… Fracasó en el caso de Bolivia, ¡a Dios gracias!
La partición de Venezuela ya está firmada por los designios del
ogro del Norte. En Colombia, Brasil y Guayana – y por supuesto en
los EE. UU. -, los buitres están en nuestras fronteras, con
paciencia.
Si no logramos nuestra imprescindible unión nacional, si no
estamos dispuestos a hacernos mutuamente las concesiones necesarias a
la paz, si nos lanzamos de manera insensata en una guerra fratricida,
nuestro futuro está marcado: sangre y muerte, e inclusive muerte de
este Estado nacional reducido a un cúmulo de pedazos sueltos.
Triste destino para un país que contribuyó a forjar la libertad
para bien de tantos seres humanos.
En las comunidades cristianas no sólo de Petare sino del país
entero, miles de hermanos invocan al Dios de bondad par que nos dé
sabiduría.
Bruno Renaud
Sacerdote de Petare
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