jueves, 10 de septiembre de 2015

El disparate

Ya la revista Semana de Bogotá calificó la deci­sión de acusar a Vene­zuela ante la Corte Penal Inter­nacional (CPI) como un "dispa­rate". Desde el punto de vista de mantener las posibilidades de diálogo bilateral entre los dos gobiernos, lo es, pero si lo que quieren es internacionalizar el conflicto, acelerar los procesos de desestabilización y derrocar al gobierno de Venezuela, no lo es. Desde el punto de vista de la paz, es un crimen, pero al poder mundial que actúa a través de EEUU e Israel, le parece que esa es la mejor salida. La prepoten­cia imperial los ha conducido a un paso en falso. Nadie sensato los va a acompañar.

El imperio ha entendido que no puede enfrentarse en bloque a la región latinocaribeña. La VII Cumbre en Panamá lo de­mostró. La decisión fue fomen­tar un conflicto intrarregional, luego internacionalizarlo, sa­carlo de las competencias de Unasur y llevarlo a instancias internacionales más fáciles de manipular. En Colombia tie­nen 7 bases militares, una no declarada de Israel y un ejército paramilitar integrado por criminales, infiltrados ya en Venezuela, participando en la guerra de baja intensidad.

Han llevado al extremo el contrabando, legalizándolo, la guerra contra el bolívar y la desestabilización de la economía venezolana hasta que el presi­dente Maduro reaccionó ce­rrando la frontera y proponien­do una negociación a nivel pre­sidencial. Santos se apresuró a convocar de urgencia una reu­nión de Unasur y el presidente Maduro propuso la formación de una comisión paritaria que se trasladara a la frontera. La ultraderecha reaccionó por ins­trucciones del poder mundial y decidió salirse de Unasur y lle­var el caso ante la CPI.

Prefieren mantenerse alia­dos del gobierno de EEUU, no del pueblo afectado por la po­breza y la discriminación ra­cial. La "valentía" que mues­tran para llevarnos ante la CPI, es la que no tienen para denunciar a los soldados esta­dounidenses que violan a las niñas colombianas.

Ante la fuga de Colombia de las instancias regionales, ¿podríamos insistir en una nego­ciación presidencial sin condi­ciones previas, dejándolos sin máscaras?

Están destruyendo el proceso de integración que unidos nos ha hecho recuperar dignidad y fuerza internacional. Tienen aviones, bombas, cañones y mi­siles y al frente a los peores mercenarios de la tierra. Los derrotaremos con la paz. Sin fanfarronería y con la seguri­dad de que no representan la dignidad del pueblo colombia­no, les decimos ¡No pasarán!

Julio escalona





lunes, 7 de septiembre de 2015

La frontera vista desde Europa


La frontera vista desde Europa
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En su editorial del 06 de septiembre el diario El País nos acusa de tener una frontera totalitaria, hermética y feroz como la de Corea del Norte. Maduro utiliza a Colombia para explicar el desastre de la economía venezolana. Una centralización fundada en ilusiones es la causa de todo. El subsidio a los alimentos es parte de esa centralización que cambió el discurso socialista para llamar “paramilitares” a los colombianos. Maduro señala y tumba las casas. No hay fórmulas de juicio. La frontera entre ambos países vive una crisis humanitaria y una locura xenófoba. Brasil, Argentina y Ecuador observan hipócritamente. A diferencia de Europa los refugiados los colombianos son obligados a regresar a su país.

La propaganda de España y El País contra Venezuela es algo más que turbia. Liquida las opciones para que los hechos sean racionalmente analizados. Le niega al lector el debate entre los hechos que le informan y la realidad. Su finalidad es mostrar instituciones que se desmoronan. La misma que los norteamericanos usaron para Irak. Idéntica a la de la austeridad como única opción contra la crisis económica europea. Igual a esa otra que -hasta la muerte de Aylan el niño sirio- mostraba a los refugiados como invasores en proporciones bíblicas aunque no llegaran al 0,065 de la población europea. Afortunadamente, la propaganda oculta la realidad pero no logra engañar a todos todo el tiempo.

Al igual que las élites colombianas El País es experto en cinismo. Para este diario así como para el hermano país el riesgo “es que te quieras quedar”. Hay un riesgo para los turistas y otro distinto para sus nacionales. Todavía hoy hay un riesgo que obliga a los colombianos a buscar su refugio en Venezuela y ella no se los niega. El 20% de nuestra población es colombiana y tiene los mismos beneficios sociales. Doscientos mil muertos y noventa mil desaparecidos ha sido el riesgo de quedarse en Colombia y ellos no son turistas.

La campaña contra Venezuela tiene como fondo mostrar el fracaso de nuestro modelo social y el supuesto éxito del colombiano. No solo El País; CNN, El Tiempo, El Nacional, El Universal y la revista Semana lo vocean a los cuatro vientos. Venezuela es culpable de albergar cinco millones de desplazados y excluidos llegados de Colombia. Colombia no es culpable porque es un país de economía sólida. Es verdaderamente extraña esta solidez de un país al que cuando le cierran un 10% de los 2219 kilómetros de su frontera muestra las costuras de un capitalismo mal hecho a través de misas y oligarquías.

No informa El País que en un par de semanas Venezuela ahorró un poco más de un millón de litros diarios de gasolina con el cierre de la frontera; ni que los alimentos reaparecieron en los mercados venezolanos; ni que los asesinatos se redujeron en un 100%; ni que las colas por fuga de productos venezolanos se pasaron al otro lado y el gobierno de Bogotá entró en cuenta que existía una ciudad llamada Cúcuta y hasta una resolución dictada por su Banco Central para destruir nuestra moneda con un “cambismo” embaucador. Los gobiernos de Colombia han sometido a ese país a un régimen desalmado. Han expatriado 9 millones de seres humanos y pareciera que para ellos la frontera existiera para que el hambre y las necesidades puedan ser encubiertas.

Pero aún más, España y Estados Unidos devuelven a los hermanos colombianos por “sudacas” y narcotraficantes; por delincuentes y prostitutas; por sin papeles y estafadores. En un solo año Estados Unidos deportó 20 mil colombianos y España les somete a un escarnio que los humilla. Pero así son las cosas, los maltratos, las separaciones familiares, las vejaciones, las violaciones de los derechos humanos son solo de Venezuela. Albergamos 5 millones de colombianos y somos los malos de la película. Sabemos que en Colombia la diplomacia estirada habla mejor que nosotros el inglés, pero hasta García Márquez debió emigrar porque, como en su novela, comenzó a vivir en carne propia la Crónica de una muerte anunciada.
* Embajador de Venezuela en Italia

Desalojo Jarillón del rio Cauca en Calí



Colombia; acorralada ataca a Venezuela y protege criminales


Vea cómo el terror del paramilitarismo se instaló en pueblos como Ureña


domingo, 26 de julio de 2015

La guerra dentro de uno mismo





Soy madre de dos niños de 12 y 2 años; el mayor es huérfano de padre. Soy soltera y trabajo de sol a sol subiendo todos los días desde La Guaira al Junquito. He trabajado cocinando, pintando, limpiando, como cajera, a veces desempleada, pasando penurias... Hoy, afortunadamente tengo un empleo mediana­mente estable... Pero ¿sabe cuál es el chiste de la co­sa? Que mi amada revolución (y mira que bien ama­da) ¡nunca volteó a mirarme! De ahí comencé yo a de­cir la frase: "Soy chavista de corazón, aunque la re­volución no me ha ayudado en nada".

Hubo Misión Vivienda, nada... Hubo Madres del Barrio, nada... Hubo Hijos de Venezuela, nada... Y así gran cantidad de misiones y ayudas, en las cuales cla­ro que estoy censada, pero nunca me tomaron en cuenta, ni siquiera por tener un hijo huérfano de pa­dre, del cual yo soy su único sostén. ¿Sabe por qué? Porque a mi amada revolución la picó el gusano de la burocracia, sí, he visto con dolor que nuestros idea­les revolucionarios y socialistas no fueron inmunes a la enfermedad que mata a todos los gobiernos.

Pero, bueno, eso es harina de otro costal. Esa dejó de ser mi guerra personal porque comprendí que pa­ra llegar a tener un techo digno y estabilidad para mis hijos debía seguir trabajando de sol a sol, que la ayuda de mi revolución estaba condicionada y que si bien a mí no me han ayudado, sí lo han hecho con otras miles de personas y eso es suficiente para que mi corazón esté en paz.

Hoy, mi guerra es otra. Desde que tuve a mis hijos comencé a tener algunos quebrantamientos de sa­lud. Comencé a tener problemas hormonales. Hoy sufro de hipotiroidismo, lo cual ha hecho que tenga un sobrepeso de 31 kilogramos.

Esta obesidad me ha causado algunas morbilida­des como ovarios poliquísticos, fatiga y cansancio fá­cil, enfermedad por reflujo gastraesofágico y he teni­do ya algunos episodios de tensión arterial alta. Lo cierto es que habiendo agotado mis recursos fui a in­ternistas, endocrinos, nutricionistas, psicólogos y no conseguí solucionar mi problema de obesidad, hecho por el cual consulte a un cirujano bariátrico.

El doctor sugirió la cirugía bariátrica por tener un IMC de 35 y por los trastornos de salud que me ha pro­ducido, ya que como él me dice, soy una bomba de tiempo.

La cuestión es que decidí que lo iba a hacer, no po­día contar con la póliza de seguro que paga mi empre­sa porque aunque usted no lo crea, mi patrono nos pa­ga una póliza de HCM de Bs 30.000. Me fui al BCV a solicitar la ayuda para la operación, me llamaron, me entrevistaron, todo iba viento en popa... ¿Y qué cree? ¡Nada!

Por los ovarios poliquísticos sufro más de dos de­rrames por mes y se me baja la hemoglobina. Tampo­co tomo en cuenta que tengo una gastritis en avance por el reflujo gastroesofágico. Tengo episodios de ten­sión alta. Entonces yo pregunto: ¿cómo una sola per­sona puede decidir tu calidad de vida? Yo solo sería una persona más que creyó, que confió en que sí se podía.

Siempre creeré en mi revolución, no importa si las cosas no van bien ahorita, porque para mí no es una condición del momento, es algo que me corre en las venas por haber nacido venezolana y es en estos tiempos malos que debemos ponernos la mano en el corazón y luchar con uñas y dientes por nuestra pa­tria soberana.

KATIUSCA CAROLINA BLANCO BARCENAS

V-17.079.485