lunes, 15 de septiembre de 2008

Los notables carcamales

A la memoria de Vidal Chávez López, ejemplo de juventudes y vejentudes

De todos los métodos que ha experimentado el antichavismo para seleccionar a sus candidatos para las elecciones de noviembre (encuestas, mediciones de rating, pares o nones, piedra, papel o tijera, etcétera), el que se lleva la medalla de oro en las olimpíadas de lo rocambolesco es el de la comisión de notables.

De entrada, la comisión se nota bastante, pero es por la catajarra de años que lleva a cuestas. Como ocurría en el politburó del PCUS en sus tiempos estelares, el menorcito de este combo anda terminando ya su década número 70.

El abuelo desalmado Luis Miquilena, el vejete chuchumeco Pompeyo Márquez y el eternamente joven pero muy usado Teodoro Petkoff han experimentado su enésimo debut político formando un consejo de ancianos para lograr la unidad.

Sobre el otro miembro de esta Junta de la Tercera Edad, no diré nada porque mi madre me ha prohibido hablar pestes de los curas. Y yo a mi mamá –que es una viejita que se da su puesto- sí le hago caso.

Pero, aclaremos: lo rocambolesco no es la edad de los comisionados, unos 252 años entre los tres. No podría serlo porque en la Venezuela actual, los adultos mayores han sido reivindicados de toda suerte de discriminaciones y planazos por sus mustias nalgas, que era lo que les prodigaban los gobiernos anteriores. En el país del socialismo, este trío antañón tiene todo el derecho a seguir fregando la paciencia. Lo que mueve a risa es que una oposición que se ufana de sus adolescentes de manos blancas, deje las decisiones más trascendentales en las de estos carcamales, que las tienen largas, sucias y pelúas.

El nombramiento de estas tres piezas museísticas como gestores de acuerdos unitarios es un síntoma –otro más- de la ruina moral de la oposición, una evidencia del enorme e inclemente desierto de liderazgo que sufre este sector.
Y, reitero el punto central no es que sean unos vejestorios (perdón unos señores mayores), sino lo que ha representando y representa este trío de matusalenes para la historia de las fuerzas progresistas. Dicho sin edulcorante, han sido y son emblemas de la traición a los ideales revolucionarios. Respecto a Petkoff y Márquez es poco lo que se puede agregar a lo dicho por el insigne e incomprendido intelectual Argenis Rodríguez, en su libro Escrito con odio. Sobre Miquilena tampoco hay que esforzarse mucho, pues su deslealtad, desvergonzada y continuada, está aún en carne viva.

El carácter despreciable de este decrépito triunvirato se puede calcular por los kilómetros de insultos que se ha tragado el más jovencito de la partida, Don Teo, para poder sentarse en la misma mesa con el más provecto, Don Miqui. En los tiempos en que éste último era parte del “rrrrégimen”, Petkoff, con su clásico estilo de difamador corsario, le dijo, entre otras linduras, capo, ladrón, Miquitraqui y Don Corleone. En los muchos editoriales que le dedicó, lo convirtió en un coleto para trapear baños de carretera.

Ahora, los dos se hacen los locos, se olvidan de esas pequeñas desavenencias sin importancia y se fajan, junto al masca agua Pompeyo, a hacer lo que más les gusta: negocios políticos.

En eso –nadie les quita lo bailao- siempre han sido notables.

José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com

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