Este artículo, por fin, se lo dedico a la señora Filomena
La revolución auténtica está en las pequeñas cosas y puede aparecer, por cierto, en cualquier sitio, incluso en los más encumbrados altares del poder político y en los cotos cerrados de las élites culturales.
En estos días, por ejemplo, me topé con la revolución de las pequeñas cosas oyendo Radio Nacional. En el otrora exclusivo y aristocrático Canal Clásico estaba cantando en vivo Enemecio Sánchez, “El Gabán Tacateño”.
Que los ritmos mirandinos y aragüeños coparan la escena de una frecuencia tradicionalmente reservada a la música “culta” me pareció uno de los síntomas más esperanzadores de que la revolución cultural está en marcha.
Quiero que se entienda bien: no se trata de ir contra los académicos. Nadie vaya a interpretar que estamos proponiendo quemar conservatorios ni desechar por burguesa la genialidad de Bach, Mozart, Beethoven o Vivaldi. Por el contrario, es maravilloso que hasta ahora, en la programación de la 91.1 FM se haya preservado –y hasta mejorado- la difusión de una de las más excelsas expresiones de la divinidad en el género humano. Lo que me parece revolucionario es que de un tiempo a esta parte encontremos allí también, en plan de hermandad con los titanes de la música universal, a los genuinos representantes de los poderes creadores del pueblo.
La iniciativa de este momento revolucionario-musical correspondió al folklorista Capi Donzella, quien se ha empeñado en organizar un encuentro denominado “Vamos a gozar un tuyero”, en las instalaciones de Radio Nacional. Para colmo de gestión cultural participativa y protagónica hubo entrada libre para todos aquellos que quisieron bailar al contagioso ritmo del golpe tuyero.
Unas horas más tarde presencié otro momento revolucionario: decenas de ciudadanas y ciudadanos, hombres y mujeres de diversos estratos sociales, niveles educativos y recursos de oratoria, tomaron la palabra en la sede del Palacio Federal Legislativo, un lugar al que hace apenas unos años, el pueblo sólo podía entrar como público silente y si vestía con ropas domingueras.
Eran los representantes del aún naciente Poder Popular que acudieron a la jornada de Parlamentarismo Social de Calle en la que se analizó el mensaje anual del presidente Chávez al Legislativo y la propuesta de Ley Habilitante. Contrario a lo que muchos vaticinarían, la gente de a pie fue dura y exigente con el Gobierno, lo cual hace todavía más revolucionaria la demostración.
De pronto me sentí bienaventurado por estar presenciando un fenómeno portentoso, el de un pueblo que hace suya la cultura de la participación y se reencuentra con sus raíces. Y aunque soy pésimo en el baile, me provocó calzarme las alpargatas para expresar mi alegría levantando polvo al ritmo del joropo central. Definitivamente, señor Capi, con esta revolución estamos gozando un tuyero.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com