lunes, 11 de diciembre de 2006

Una espinita

El resultado de las elecciones presi­denciales del 3 de diciembre es relevante y contundente Tiene la consistencia de una demostración mate­mática. Pues 26% de diferencia de votos a favor de Chávez por encima del se­gundo candidato, indica el peso signifi­cativo de la voluntad popular a favor del proceso.

Si alguien conservaba alguna duda, con este resultado debe haber quedado convencido: la mayoría del pueblo apoya el liderazgo de Chávez hacia la construc­ción del socialismo. No hubo ningún tipo de engaño o retórica de disimulo en los planteamientos del Presidente: a quien quisiera oír y entender le dijo con toda claridad que estamos construyendo el socialismo del siglo XXI. Nos adentra­mos, dijo, en una nueva Era.

Más de siete millones de votos, son muchos votos.

Sin embargo, sin embargo... si me lo permiten les diré que yo (que por su­puesto comparto la alegría bolivariana de ustedes) no quedé del todo satisfecho.

En alguna parte del alma me quedó una espinita. Lo digo en voz muy baja; casi susurrante, pero lo digo: fueron suficientes votos para ganar por apabullamiento, no hay duda, pero no fueron suficientes votos para dejar el alma satisfecha a plenitud y la conciencia tranquila.

Me pregunto (y repito que no quiero aguar la fiesta que está bien buena) hicimos todo lo que teníamos que hacer.

En Venezuela no hay cuatro millones de oligarcas, le dijo un día Fidel a Chá­vez y esa observación sigue siendo váli­da. Aquí no hay cuatro millones de privilegiados.

De acuerdo con eso, el apoyo al pro­ceso no debería corresponder sólo al 63% de los votantes. No, señor. De­bería casi corresponder a la totalidad de ellos. ¡Quién sabe! Al 80% o 90% de los votantes. Pues ¿acaso este proyecto de sociedad humanista, culta, igualitaria, solidaria y productiva, no un buen proyecto para toda persona que tenga un mínimo de sensibilidad o inteligen­cia y que no tenga oscuros intereses que defender?

Y además ¿acaso no hay una buena obra de gobierno con la cuál respaldar los propósitos?

Eso es lo que pienso, amigas y ami­gos. En fin: disfrutemos el triunfo, pero no nos confiemos.

La revolución es para todos. Y hay que hacer que la totalidad del pueblo lo comprenda. Para eso es la batalla de las ideas.

Farruco Sesto
Ministro de cultura
farrucosesto@gmail.com

No hay comentarios.: