El domingo pasado, mientras el presidente inauguraba el tren del Tuy, Globovisión difundía un divertido reportaje sobre un castillito de Disneyworld, donde visten y maquillan a las niñitas como si fueran princesitas y haditas madrinas. ¡Ay, pero qué lindo!
En RCTV, en tanto, pasaban una película en la que un negro faramallero es propietario de un robot blanco -¿excéntrico argumento, eh?- y en Venevisión estaban dando una de vaqueros, aunque, en honor a la verdad, pasaron un avance informativo sobre el tal ferrocarril.
O sea, volvimos a asistir a la aplicación del ya conocido Método Tom y Jerry, que emplean nuestras democráticas televisoras cuando quieren escamotearle la realidad al público.
Esta política tiene variadas técnicas. Una es la de poner al aire información farandulera, reportajes sobre celebridades, croniquillas sobre las aristocracias europeas, en fin cualquier cosa frívola que distraiga a la gente sin darle a entender que la están distrayendo. El viejo truco, diría Maxwell Smart.
Luego está la técnica de pasar la página que no les interesa –sin verla, desde luego- e irse a la siguiente. Eso fue lo que hizo el –por fortuna- inimitable señor Leopoldo Castillo, inmediatamente después del reportaje sobre Disney. Comenzó su programa hablando de lo que pasaría al día siguiente, es decir, la elección en la Organización de las Naciones Unidas para el Consejo de Seguridad.
No hace falta decir que respecto a este tema, todo lo que allí se dijo fue negativo para las aspiraciones de Venezuela, pero lo que quiero destacar ahora era la actitud del así llamado Matacura -y su combo- en torno a la noticia de ese domingo. “¿El tren?... Ah, sí, el tren”, se hacía el loco el deplorable “periodista”.
Sin embargo, si uno tenía suficiente presencia de ánimo como para leer los mensajes que envían los usuarios y las usuarias del referido programa, podía llegar a la conclusión de que todo el esfuerzo realizado para tapar el tren con un dedo había sido inútil.
Obviamente, esas personas sólo querían hablar y oír hablar –mal- del tren. Necesitaban, cual adictos a la morfina, que su enfermero favorito les inyectara un poco de ánimo, es decir, que les asegurara que esa obra estaba lista en 99,99% en 1998, sólo que “el rrrrrégimen” no hizo el otro 0,01% hasta este año electoral para ganar indulgencia con escapulario de la IV República. Necesitaban a un experto que les dijera que los trenes están pasados de moda o un astrólogo que predijera un descarrilamiento.
Pero Globovisión sólo quería olvidar y ayudar a olvidar aquel domingo de inauguración. Aplicaron el Método Tom y Jerry y, como de costumbre, pusieron la comiquita.
En RCTV, en tanto, pasaban una película en la que un negro faramallero es propietario de un robot blanco -¿excéntrico argumento, eh?- y en Venevisión estaban dando una de vaqueros, aunque, en honor a la verdad, pasaron un avance informativo sobre el tal ferrocarril.
O sea, volvimos a asistir a la aplicación del ya conocido Método Tom y Jerry, que emplean nuestras democráticas televisoras cuando quieren escamotearle la realidad al público.
Esta política tiene variadas técnicas. Una es la de poner al aire información farandulera, reportajes sobre celebridades, croniquillas sobre las aristocracias europeas, en fin cualquier cosa frívola que distraiga a la gente sin darle a entender que la están distrayendo. El viejo truco, diría Maxwell Smart.
Luego está la técnica de pasar la página que no les interesa –sin verla, desde luego- e irse a la siguiente. Eso fue lo que hizo el –por fortuna- inimitable señor Leopoldo Castillo, inmediatamente después del reportaje sobre Disney. Comenzó su programa hablando de lo que pasaría al día siguiente, es decir, la elección en la Organización de las Naciones Unidas para el Consejo de Seguridad.
No hace falta decir que respecto a este tema, todo lo que allí se dijo fue negativo para las aspiraciones de Venezuela, pero lo que quiero destacar ahora era la actitud del así llamado Matacura -y su combo- en torno a la noticia de ese domingo. “¿El tren?... Ah, sí, el tren”, se hacía el loco el deplorable “periodista”.
Sin embargo, si uno tenía suficiente presencia de ánimo como para leer los mensajes que envían los usuarios y las usuarias del referido programa, podía llegar a la conclusión de que todo el esfuerzo realizado para tapar el tren con un dedo había sido inútil.
Obviamente, esas personas sólo querían hablar y oír hablar –mal- del tren. Necesitaban, cual adictos a la morfina, que su enfermero favorito les inyectara un poco de ánimo, es decir, que les asegurara que esa obra estaba lista en 99,99% en 1998, sólo que “el rrrrrégimen” no hizo el otro 0,01% hasta este año electoral para ganar indulgencia con escapulario de la IV República. Necesitaban a un experto que les dijera que los trenes están pasados de moda o un astrólogo que predijera un descarrilamiento.
Pero Globovisión sólo quería olvidar y ayudar a olvidar aquel domingo de inauguración. Aplicaron el Método Tom y Jerry y, como de costumbre, pusieron la comiquita.