domingo, 16 de julio de 2006

Las pirañas devoran a Teodoro

(Publicado originalmente en Todosadentro del 15-07-06)

A lo largo de mis años como militante de izquierda he oído a muchísima gente hablar pestes de Teodoro. Porque –hay que decirlo- Teodoro es de esos tipos que caen mal sin esforzarse mucho. Pero, lo juro, nunca oí decir tantas cosas malas sobre él como el viernes antepasado, después de que arremetiera en contra de Súmate.

La audiencia cautiva del inimitable –por fortuna- Leopoldo Castillo, se abalanzó sobre Teodoro y lo devoró sin la menor clemencia, como un cardumen de pirañas a una vaca extraviada en medio de un río.

Ni siquiera Alberto Nolia, el guía (moderador sería una denominación risible en este caso) del programa de YVKE Los papeles de Mandinga, ha logrado insultar tanto a Petkoff como lo hicieron los televidentes matacuradictos. Y eso que Nolia lo llama “Teochoro”.

Luego de que se negara a convalidar las eleccioncitas de María Corina y después de decir que Súmate es una organización tan perversa y autoritaria como el mismo “rrrrrégimen”, al otrora masista y calderista lo molieron a palos sus propios potenciales votantes. ¡Huy, qué horror!

Fue feo, en verdad. Bastaba con leer los mensajes de texto que enviaron los militantes antichavistas al programucho ése para calcular el trauma que de Teodoro: a los 76 años, teniendo por lema “Contra el miedo” y que venga cualquier víctima de la mediocracia y te llame “cobarde”.

Me encuentro con varios amigos en mi barra favorita de La Candelaria y el consenso de los panas es que el ex guerrillero y ex ministro se lo tiene bien merecido.

“El lleva siete años envenenándoles la mente a esos pobres tipos de la clase media acomplejada con sus editoriales de Tal Cual. “Bueno, ¡ahora que se los cale, nojombre!”, dice mi amigo Torrealba, quien gastó sus años mozos encaratándose las manos de engrudo, a punta de pegar afiches de “El Catire”, como le decían los masistas, con un inocultable toque de homosexualidad.

De pronto, entra a la tasca un habitué opositor, más pasado de tragos que Armando Durán en pleno análisis político. Comienza a vociferar improperios de grueso calibre. Se le nota que estuvo viendo Aló Ciudadano. Saca un recorte en el que un malencarado Petkoff proclama su falta de miedo. “¡A este lo mandó Chávez!”, grita en medio del salón, recibiendo de inmediato vivas y ovaciones.

¡Qué cosas tiene la vida, hasta me dieron ganas de defenderlo! Pero mi amigo Torrealba recordaba demasiado el engrudo y le gritó al agitador escuálido: “¡Púyalo, púyalo!”

José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com

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