(Originalmente publicado en Todosadentro sábado 10 de diciembre de 2005)
Estuve una semana tratando de explicarle a un amigo español los extraños comportamientos de quienes hasta el domingo se decían dirigentes de la oposición. No tuve éxito. El amigo, a quien llamaré Paquín, se marchó el miércoles sin entender ni jota.
Cuando Paquín apenas comenzaba su visita de turismo electoral, los opositores estaban en lo más intenso de la pataleta mediante la cual exigían la eliminación de los dispositivos captahuellas y la realización de conteos manuales. Mi amigo, de entrada, no entendía por qué esta gente, que supuestamente es la vanguardia de la sociedad venezolana, era partidaria de renunciar a los avances tecnológicos y volver a los tiempos de las romanas de palo.
Le expliqué que ellos no se oponen a la tecnología. En realidad son ciberciudadanos. Usan toda suerte de artilugios electrónicos, desde neveras on line que mandan listas por email al supermercado hasta chips implantados en las clavículas, por si acaso los secuestran. Pero, en materia de voto son gente retro, añoran la belle epoque en la que, gracias al manoseo de los sufragios, le hacían “pequeñas” correcciones a la voluntad popular.
Ya casi había logrado que Paquín me entendiera cuando el CNE decidió ceder a las presiones de los opositores y anunció la eliminación de las captahuellas. Acto seguido, varios de los que se decían líderes del antichavismo reaccionaron renunciando a sus candidaturas.
“¿Por qué se retiran, macho?”, preguntó Paquín por teléfono. “Porque quitaron las captahuellas”, le respondí. “¡Joder! ¿y no era eso lo que pedían?”, soltó entonces el turista político, completamente confundido, obligándome de nuevo a chapotear en los pantanos epistemológicos opositores.
Llegó el día de las elecciones y tras finalizar la jornada, apareció la señora de Súmate con un informe express de presuntas irregularidades. Entre ellas, había varias acerca de electores que supuestamente habían votado más de una vez, es decir, que habían incurrido precisamente en la irregularidad que se evita mediante el empleo de la captahuella.
Esa misma noche, arrasada la tierra de viejos y nuevos partidos opositores, copada la Asamblea Nacional por el chavismo, Paquín oyó a los que hasta ese día fueron líderes de la oposición decir que había perdido el gobierno y que el otro gran derrotado había sido el Consejo Electoral, en cambio, ellos habían salido victoriosos. “¿Qué le pasa a estos tíos? –preguntó el español- ¡Son unos gilipollas!”. Yo no tuve más remedio que apelar a la Doctrina Diosdado, que nunca deja mal parado a nadie: “Lo que pasa, Paquín, es que Chávez los tiene locos”.
Cuando Paquín apenas comenzaba su visita de turismo electoral, los opositores estaban en lo más intenso de la pataleta mediante la cual exigían la eliminación de los dispositivos captahuellas y la realización de conteos manuales. Mi amigo, de entrada, no entendía por qué esta gente, que supuestamente es la vanguardia de la sociedad venezolana, era partidaria de renunciar a los avances tecnológicos y volver a los tiempos de las romanas de palo.
Le expliqué que ellos no se oponen a la tecnología. En realidad son ciberciudadanos. Usan toda suerte de artilugios electrónicos, desde neveras on line que mandan listas por email al supermercado hasta chips implantados en las clavículas, por si acaso los secuestran. Pero, en materia de voto son gente retro, añoran la belle epoque en la que, gracias al manoseo de los sufragios, le hacían “pequeñas” correcciones a la voluntad popular.
Ya casi había logrado que Paquín me entendiera cuando el CNE decidió ceder a las presiones de los opositores y anunció la eliminación de las captahuellas. Acto seguido, varios de los que se decían líderes del antichavismo reaccionaron renunciando a sus candidaturas.
“¿Por qué se retiran, macho?”, preguntó Paquín por teléfono. “Porque quitaron las captahuellas”, le respondí. “¡Joder! ¿y no era eso lo que pedían?”, soltó entonces el turista político, completamente confundido, obligándome de nuevo a chapotear en los pantanos epistemológicos opositores.
Llegó el día de las elecciones y tras finalizar la jornada, apareció la señora de Súmate con un informe express de presuntas irregularidades. Entre ellas, había varias acerca de electores que supuestamente habían votado más de una vez, es decir, que habían incurrido precisamente en la irregularidad que se evita mediante el empleo de la captahuella.
Esa misma noche, arrasada la tierra de viejos y nuevos partidos opositores, copada la Asamblea Nacional por el chavismo, Paquín oyó a los que hasta ese día fueron líderes de la oposición decir que había perdido el gobierno y que el otro gran derrotado había sido el Consejo Electoral, en cambio, ellos habían salido victoriosos. “¿Qué le pasa a estos tíos? –preguntó el español- ¡Son unos gilipollas!”. Yo no tuve más remedio que apelar a la Doctrina Diosdado, que nunca deja mal parado a nadie: “Lo que pasa, Paquín, es que Chávez los tiene locos”.
José Pilar Torres
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