Escribo
desde el Hospital Militar Carlos Arvelo, donde estoy ingresado desde
el sábado 9, y aunque aún no estoy del todo recuperado, a pesar de
mi aislamiento e incomunicación la información recogida sobre lo
sucedido esta semana con el sabotaje eléctrico, me permite calificar
el hecho, como un indudable intento de derrocar el gobierno del
presidente Nicolás Maduro. Una situación como la padecida por toda
la población venezolana, de haberse suscitado en cualquier otro país
de América Latina, no habría sido soportada por sus gobernantes,
tales han sido sus efectos y su magnitud.
Imagínense
nada más que la energía eléctrica y el agua se suspendieran por
tres o cuatro días, y que una familia de cuatro hijos quedara
incomunicada con uno de los muchachos hospitalizado, sin Internet ni
teléfono, y sin acceso a auxilio alguno. Eso y mucho más lo sufrió
el país entero.
De
lo escuchado en el hospital entre las enfermeras, deduzco que hubo
tres tipos de posiciones ante la responsabilidad de los hechos
ocurridos. Una de ellas atribuye la culpabilidad a los “escuálidos
de mierda”. Otra posición adjudica la responsabilidad, con
diferentes matices, a la gente del gobierno. Y un tercer grupo,
tajantemente culpabilizó al imperialismo norteamericano.
Cuando
se culpabiliza a la CIA de cualquier ataque de grandes proporciones
que ocurra en el mundo, suelo guardar mis reservas. Sin embargo, en
esta ocasión no tengo dudas de su participación directa en este
atentado contra nuestro país.
Hace
poco leí un libro titulado “El legado de la CIA”, donde se
cuenta su capacidad y las magnitudes de los hechos en los cuales ha
estado involucrada. Se trata del primer servicio secreto del mundo,
seguido por el Mossad sionista, la KGB rusa y el G2 cubano. Todas las
evidencias mostradas por el gobierno acerca de lo certero y artero
del ataque, validado ampliamente mediante los mensajes y
declaraciones de los más altos funcionarios del gobierno
norteamericano, cuando aquí aún no se sabía lo que había pasado
ni la magnitud del daño ocasionado, los ponen ante el mundo en una
flagrante evidencia, que se agrava en la medida en que los esos
mismos halcones continúan amenazándonos. Además intentan
amedrentar a los organismos internacionales, supuestamente neutrales,
encargados de velar por la justicia y los derechos humanos en el
mundo entero. Con mayor descaro que nunca, los voceros de Trump se
jactan de decir que no se avergüenzan al invocar la anacrónica e
injusta doctrina Monroe, según la cual América es para los
americanos. Es decir, el continente entero les pertenece.
Esta
brutal intentona fracasó por dos razones fundamentales: por el
decidido apoyo de las Fuerzas Armadas Bolivarianas y el enorme
respaldo popular con el que sigue contando el gobierno de Nicolás
Maduro. Si de algo no me cabe dudas, es que hay una sólida base
cívico-militar casada con el proyecto revolucionario.
La
magnitud de las pérdidas
A la
hora de hacer un balance de lo acontecido desde el jueves 7 de marzo
hasta la fecha, cuando aún no han sido normalizados en su totalidad
los servicios, se debe tomar en cuenta no solamente el gigantesco
daño sufrido por el Estado venezolano en el esfuerzo por recuperar
los sistemas afectados, sino también las incontables horas
académicas perdidas por millones y millones de estudiantes de todos
los niveles y por trabajadores de empresas públicas y privadas, así
como las pérdidas de comida en cada hogar, restaurantes,
supermercados, frigoríficos, etc.
En
Maracaibo, específicamente, los daños colaterales son aún mayores.
Hay que considerar la presencia del paramilitarismo en el estado
Zulia, enquistado particularmente en la economía informal.
Si
el paro petrolero de 2002 le costó a la nación más de 20 mil
millones de dólares, ¿de cuánto estamos hablando en lo que se
considera el mayor ataque sufrido por el país en toda su historia?
Ni durante la guerra de independencia, ni en la guerra federal se
afectó tanta gente de manera simultánea.
Breves
* A
la oposición le debe haber quedado bien claro, que sus intenciones
están siendo dirigidas desde el norte, y que las consecuencias de
actos tan brutales como los señalados, los padecen por igual todos
los venezolanos sin distinción de condición política.
*
También deben estar ya convencidos de que ellos no tienen por si
solos, la capacidad para tumbar este gobierno.
*
Digno de destacar es el estoicismo y la firmeza con la que el pueblo
venezolano ha reaccionado. Ni un solo incidente mayor en los barrios
de Caracas, las zonas más dramáticamente afectadas. Los analistas
de oposición deben estar sopesando la fortaleza de ese pueblo que
ellos subestiman, y de esas Fuerzas Armadas Bolivarianas,
incondicionales en su postura patriótica.
*
Reconocimiento especial merece todo el personal de CORPOELEC, desde
sus más altos técnicos hasta los más humildes obreros, que
trabajaron sin descanso para reponer el servicio. Lo mismo es válido
para las empresas hidrológicas.
*
Mención aparte en este espacio merecen las sorprendentes posturas de
la revista Forbes, de la cadena CNN y del New York Times, que
revelaron, la primera que era posible hacer un atentado como el que
sufrimos, por medios cibernéticos; la segunda difundió un video en
el cual se explica la forma cómo fue concebido y ejecutado con dos
drones el intento de magnicidio el 4 de agosto de 2018; mientras que
el NYT reconstruyó la secuencia de hechos que concluyó con la quema
de los camiones con supuesta “ayuda humanitaria”, y que fueron
incendiados desde Colombia.
*
Ayer se cumplieron 16 años de la reunión en la cual Bush, Aznar y
Blair decidieron la invasión a Irak, con el costo de 200 mil civiles
asesinados y la destrucción de todo un país. Ninguno ha pagado por
tantos crímenes.
*
Unos poquitos ejemplos de los precios de esta semana: harina de maíz,
5.700; cuatro rollos de papel higiénico 11 mil; arroz 5.000. Salario
mínimo: 18 mil…
Eleazar
Díaz Rangel
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