Después de las elecciones del catorce
de abril, en las cuales la revolución obtuvo una victoria que sorprende por la
diferencia tan pequeña de votos sobre la oligarquía, es pertinente hacer un
análisis.
La devaluación de nuestro signo monetario
el ocho de febrero de este año, de 4,30 a 6,30 bolívares por dólar, incidió de
manera significativa en la decisión del elector. Siempre quien más sufre por
este tipo de medidas son las personas de menos recursos. La gente reacciona
cuando se le afecta el bolsillo y el estomago. Pero fue la televisión quien más
contribuyó para que el ciudadano común se percibiera como el más afectado por la
devaluación. Muchas personas de muy bajos ingresos se quejaron porque se le
ponía difícil conseguir el billete verde.
Por otra parte, las recientes
elecciones se mediatizaron en ambos bandos. Mejor dicho se “farandulizó”. En
esta situación quien llevaba la mayor posibilidad de perder era la revolución.
El lado opositor cuenta con la mayor cantidad de artistas, los más cotizados en
la actualidad, los que tienen mayor penetración en los hogares, en las mentes y
a quienes los venezolanos le dedican
gran parte de su tiempo. Por eso los jóvenes que quieren ser periodistas para
convertirse en anclas de televisión, que quieren transformarse o parecerse a sus
ídolos de la farándula luciendo ropa, calzados de marca, voluminosas tetas,
exuberantes culos, los tatuajes más pintorescos u otros aditamentos plásticos se decidieron
por el candidato burgués y muchos menos jóvenes torcieron su preferencia hacia
esta opción. Así se explica el estruendoso fracaso de las empresas
encuestadoras las cuales vaticinaban una
holgada victoria del chavismo. Los golpes mediáticos continúan sucediéndose.
El televisor objeto se ha convertido
en el mueble imprescindible en los
hogares. Se lucha por tener uno, dos o los que se puedan. Colocarlos
donde se puedan ver lo más cómodo posible. Comprar los de tecnología más
recientes y de mayor tamaño. Contratar con las compañías que ofrezcan la mayor
cantidad de canales. Quienes logran estos objetivos pueden entonces jactarse y
competir con familiares y con vecinos.
La televisión como medio de difusión,
con programación de bajo contenido modela conductas, estimula el consumismo
dándole más importancia al tener que al ser, incita el egoísmo y lo peor banaliza la vida.
Entonces, el binomio televisor y televisión se convierten en
objeto de culto que “une” y “educa“ a la
familia.
Si los medios de comunicación continúan con esta supremacía y la revolución
siguiéndole el jueguito, en tres años nadie se acordará del Comandante Supremo Hugo
Chávez Frías, solo será un personaje
remoto de nuestra historia y perderemos el referendo revocatorio al cual se
someterá a Nicolás Maduro. ¿Quién le
pone el cascabel al gato?
La hegemonía capitalista y los
hechos que se suceden en el país nos obligan a decidir entre patria o muerte.
Decidamos por la patria, así nos cueste la vida.
Noel Martello
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