(Artículo originalmente publicado en Todosadentro del 17-03-07)
El que Teodoro Petkoff se haya quedado dormido en Bruselas, mientras denunciaba las atrocidades del “rrrrrégimen”, es el colmo del ridículo. Es la demostración más dramática de la precariedad en la que está sumida una oposición que no se conforma con fracasar sino que se empeña en poner la cómica.
Uno espera que ese tipo de cosas le ocurran a sujetos con costumbre de pasar la noche libando caldos escoceses, como ese señor cuyo paradójico segundo apellido es Paz y siempre está llamando a la guerra; o a viejitos decrépitos como don Pimpoyo, que ya deberían estar dormitando en una mecedora, acariciando tataranietos. Pero no al eternamente joven, abstemio, enérgico, desafiante y retrechero Teodoro.
Me dice un amigo, experto en viajes internacionales, que el jet lag puede echarle una broma a cualquiera, incluso a los más jóvenes y entrenados ejecutivos, razón por la cual recomienda no hacer leña del árbol dormido (no se puede decir “caído” porque, en rigor, no cayó, sino que se apoltronó suavemente en la silla hasta que se le oyó roncar).
Sin embargo, no se puede dejar de pensar en que si uno anda por el mundo advirtiendo acerca de los enormes peligros que corre la democracia de su pobre país, lo mínimo que se espera es que tenga suficiente adrenalina en el torrente sanguíneo como para no ponerse a echar una siesta en medio de la audiencia.
En descargo del Teo Durmiente podría decirse que se ya tiene razones más que suficientes para estar cansado de tanto repetir sus letanías en esos templos de la democracia internacional donde los señores del Primer Mundo asumen la actitud de quien oye llover.
No es fácil que uno esté haciendo una acusación tan grave sobre el temible dictador tropical que nos oprime y los eurodiputados comiencen a traficar papelitos acerca de dónde será su próxima cena diplomática o el partido de golf que quedó pendiente. Es psicológicamente explicable que alguien en tales circunstancias pueda sufrir un ataque de narcolepsia.
Las malas lenguas dicen que Petkoff está acostumbrado a que los auditorios aprueben automáticamente todo lo que él dice y por eso cuando se encontró con algunas resistencias en el foro europeo optó por el escapismo en los brazos de Morfeo.
Un periodista amigo me aporta un dato técnico: la gente que trabaja en los diarios vespertinos sufre trastornos del sueño porque esos periódicos cierran la edición temprano en la mañana. “No me extraña que le ataque el sueño de manera repentina, eso me pasaba a mí cuando trabajaba en el turno de las cuatro de la mañana”, comentó.
Desde detrás de la barra de La Candelaria, mi mesonero-analista favorito, dice que no hay que darle demasiadas vueltas, que lo de Teodoro es una cuestión netamente fisiológica. “Ta’ viejo, chico, ta’ viejito y los viejitos se quedan dormidos en cualquier parte –dice-. Pa’ llá vamos todos, no se burlen”.
José Pilar Torres torrepilar@hotmail.com