(Artículo originalmente publicado en Todosadentro del 10-02-07)
Se equivocan los expertos: Las crisis de organizaciones como Primero Justicia no son un fenómeno nuevo, ni males de juventud sino la misma crisis del Puntofijismo, que aún no ha cesado.
A pesar de que Acción Democrática y Copei, los dos principales componentes del sistema depuesto, hoy son apenas un vago recuerdo en las mentes de adultos contemporáneos pa`rriba, el proceso de degradación de este establecimiento político continúa en desarrollo.
Los hijos que, a duras penas, engendraron las clases políticas dominantes de otros tiempos para garantizar la supervivencia de la especie, han ido sucumbiendo tempranamente a la falla estructural más terrible que puede sufrir una entidad política, la ruptura con los intereses generales. Y la mejor prueba es, justamente, la división de esa excrecencia del copeyanismo decrépito llamada Primero Justicia.
El partido derechista que había hecho furor entre el sifrinaje ha terminado dando un espectáculo lamentable: se ha quebrado en dos pedazos sin que nadie, a ciencia cierta, pueda explicar cuál es la diferencia entre uno y otro.
Antes le había pasado a Proyecto Venezuela, otro subproducto socialcristiano que tuvo su momento estelar con la candidatura del legendario Frijolito I en 1998.
Esta organización, basada en la tesis de lo irresistible que sería para el pueblo ignaro un liderazgo catire, de ojos azules y hereditario, ni siquiera requirió una división. Simplemente languideció entre valencianos delirios de grandeza que galopaban sobre corceles blancos blanquitos.
En cambio la implosión ha sido el destino del partido de los chamos bien, el del Este de Caracas, el de los Altos Mirandinos, el de Lechería, el de los alcaldes que en abril de 2002 esposaron ministros y entraron a embajadas. Los muchachos que supuestamente encarnaban una nueva generación democrática fueron a su primer proceso electoral interno y se dividieron al peor estilo de la vieja AD, dejando a sus militantes con los ojos claros y sin vista, cual magallaneros en el noveno inning del quinto juego de la final.
De acuerdo con esta lógica, la crisis del Puntofijismo proseguirá mientras sus engendros sigan echando lavativas en esta Tierra de Gracia. Me atrevo, incluso, a pronosticar que alguno de estos dramas surgirá también de un momento a otro en el grupo que encabeza el ex candidato presidencial Manuel Rosales, quien por lo pronto intenta sacar provecho del divorcio de Julio y Leopoldo.
Un amigo opositor que de un tiempo para acá se ha dedicado a la ironía, me confesó que sólo imaginarse una nueva candidatura de Rosales (ya con 60 años a cuestas) lo hace ser presa de profundas depresiones. “¡Noo, qué va!, si tengo que enfrentar otra campaña de cantos de ballena y peras al horno, voy a terminar votando por Chávez”, dice.
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