En estos días la Iglesia Católica recuerda la
muerte y resurrección del mesías.
Además de Jesucristo, como protagonista
principal, también surge otro personaje clave en esa historia.
Es Barrabás. De esta figura hay muchas versiones
sobre cuál era su verdadera profesión o actividad principal. En
ninguna de ellas queda bien parado. Sedicioso, asesino, ladrón,
salteador así como otras menudencias. Pero es recordado por
generaciones como el gran pecador cuya vida y libertad son
intercambiadas por las de Cristo, quien es condenado a morir
crucificado. Poncio Pilatos, gobernador de Judea, al no tener clara
la culpabilidad de Jesús confió en los pobladores la decisión de
quién debía ser crucificado. Como sabemos Jesucristo fue
crucificado. El pueblo hizo "justicia". Cualquier parecido
con nuestra realidad es pura coincidencia.
El nombre de Barrabás es endilgado a personas
bien sea por su aspecto físico, por sus malas costumbres o por su
comportamiento violento.
En nuestra parroquia había un personaje, que
además de haber perdido su identidad pues le llamaban Barrabás,
reunía las tres características resaltadas en el párrafo anterior.
De la primera él no tuvo la culpa. La segunda fue producto de los
vicios que corroen a nuestra juventud. Y la tercera, consecuencia de
la segunda. Por todo esto la sociedad lo execró, es decir lo
ejecutó.
El día jueves diecisiete nuestro Barrabás fue
encontrado muerto en la calle. Muerte ocasionada por un golpe
contundente en la cabeza.
Nuestro personaje resultó doblemente ejecutado,
física y social. En sociedad perdió su dignidad moral y ética.
Pero siempre conservó la dignidad humana y a nadie le está
permitido despojar a otro de esa dignidad.
Ahora, la gran pregunta ¿Cuánto empeño pondrán
los organismos competente para resolver este crimen?
Se preguntaran estos organismos, motivado a las
características de la víctima, si vale pena dedicar su precioso
tiempo en resolver la incógnita.
Noel Martello
snoels@gmail.com